Había una vez una isla que era muy pequeña. El linde de la isla era una cama, en la que dormía el hijo con su madre. El hijo fue al colegio cruzando el bosque de carballos cuando todavía la mañana era la noche, en invierno. Un vecino le dijo vuelve a casa rapaz que no hay clase. La tormenta va a cegar los caminos.
El niño que tenía la edad en la que casi no eres niño y eres chico se dio la vuelta. Regresó a casa. Entró y vio a su madre con un hombre. La isla se hizo muy grande. El niño no dijo nada. Se fue a tallar en la madera.
Pasaron los días. El alcalde decidió cruzar el bosque de carballos e ir a la casa. El niño estaba en el taller. Tallaba la madera con una navaja y golpes maestros. Decían que hacía con un taco de madera una cabeza de Cristo. En el taller había una vez muchas cabezas de Cristo y nadie supo nada de su madre.