La razón es un vertedero. Solo hay emoción, el pulso. Lo demás no existe, lo dice Eliseo mientras aplasta figuras de jugadores del subbuteo a manotazos. Hay fuego en la chimenea. Y cierra los ojos y ve la ese de una autopista de extrarradio al atardecer llena de coches que se deslizan como una manada hacia la herida del horizonte de otoño.