Que, de la misma forma que un coche no anda sin gasolina, al fútbol tampoco se puede jugar sin ella. Los jugadores estaban muertos. Sus piernas eran de plomo. Es el precio que hay que pagar por haber visto este año la liga más competitiva de Europa con tres equipos casi hasta el final en la pelea, y los mismos tres clubes encima en semifinales de la Champions (dos en la final). Y Azpilicueta, también, en semifinales con el Chelsea. Llegaron con las piernas fritas y, hay que decirlo, con la mente sin hambre de competición. Tres títulos seguidos son demasiados títulos (y nosotros y ellos que los disfrutamos). Hubo otros factores. La inclusión de Diego Costa, un delantero que hizo mejor el inicio que el final de temporada, otro con el depósito sin una gota de carburante. Y un delantero encima que cambiaba el estilo de juego de España. Ahora que, hasta Italia y Alemania nos imitan, probamos balones largos cuando lo nuestro eran los locos bajitos. Otro factor: la pareja de medio centros. Justo en la clave del equipo para morder al rival los dos jugadores más quemados, agotados y, dicen, que medio lesionados de todo el fútbol europeo: Busquets y Xabi Alonso. Sin sala de máquinas, imposible. El grupo no se merecía este final. Pero es que el coche estaba gripado y sin seguro atrás.