Estaban en sus sitios todos los disparadores de anclas. Mirando al horizonte como cazadores. El día no arrancaba en Arrakenn. Como tantas otras veces. Como un coche gripado. Desde que empezaron las tormentas blancas había poco que hacer, si acaso pensar que la desdicha era una forma de soledad.
Marcos Fuenterrabía leía que el vacío es el momento de la creación. Que la acumulación no sirve de nada. Que la caída era el inicio.
-Eso es lo que quieren que escuchemos ahora, decía Torrente Vaaestallar. Nos quieren asumiendo el desastre. Felices en la derrota.
Los dos pensaban en antes de las tormentas blancas. En los días felices en los que las sonrisas tenían premio.
-Tenemos una edad, contestaba Marcos Fuenterrabía.