La Voz de Galicia

He leído muchas reacciones políticas y periodísticas a los atentados de París y solo se me ocurre una palabra para resumirlas: confusión. Estamos confusos. Ya no se trata solo de falta de coraje, sino de vigor intelectual. Unos, por costumbre, echan toda la culpa a Occidente. Otros salen a bombardear. Y los de siempre insisten en culpar a la religión, los mismos, por cierto, que se ensañaron con Benedicto XVI cuando dijo en Ratisbona lo que repite ahora Francisco: matar en nombre de Dios es una blasfemia. Con tal munición en nuestros medios y escuelas, no extraña que algunos hijos de inmigrantes salgan yihadistas.

Luego vienen los que se empeñan, políticos sobre todo, en que debemos elegir entre seguridad y libertad. Pues bien, a estos últimos querría responder.

Yo elijo libertad. Como consecuencia, estoy en contra del control masivo de las comunicaciones, cada día más tolerado por la ley con pretextos antiterroristas. Y tampoco quiero que haya cámaras por todas partes. Elijo que dejen el tratado de libre circulación como está y que de ningún modo se cierren fronteras. Y moverme por donde me plazca, aun sabiendo que los terroristas musulmanes escogen como objetivos hoteles -como se vio ayer en Mali- y restaurantes, instalaciones donde abunden los extranjeros, porque no quieren que viajemos. Y elijo hacerlo sin que me cacheen ni me desnuden. Elijo el riesgo. Elijo decir lo que pienso del islam, que nació en guerra, conquistó por las armas medio mundo y lo sometió hasta que quedó atrás en la historia, sin que nunca hayan dejado de tratar a los demás como de segunda o como esclavos. Elijo celebrar la Navidad o la Semana Santa sin complejos. Elijo vivir sin miedo.

La Voz de Galicia, 21.noviembre.2015