A principios de curso una colega de otra universidad me pidió que pasara una encuesta a los alumnos sobre su consumo cultural: qué veían, qué leían, a qué jugaban y en qué redes se movían. Quería cotejar los resultados con los de los suyos. Hice las encuestas y las miré antes de enviárselas. Muchas de las respuestas me las esperaba: ven mucho cine, pero no van al cine; y muchas series, pero también en internet. Por supuesto, ocurre lo mismo con la música, pero no imaginaba que casi todos los libros que leen los leen también en la red. Bastantes de las obras me resultaban desconocidas, especialmente en los capítulos de juegos y series.
Me dije que, si quería enseñarles bien, tenía que saber de qué se alimentaban. Empecé poco a poco. Una alumna brillantísima me ayudó con lo de las series y me preparó unas sinopsis de las más vistas, que incluía clips y un capítulo representativo. Gracias a esto pude avanzar rápido y buscar por mi cuenta las otras. Tenían en común una historia ágil y amena, a menudo inteligente; mucha sangre y no poco sexo.
Me sorprendieron, sobre todo, por el grado de violencia, quizá porque el discurso cultural, en teoría, abomina de ella. Pero hay que vender: aparecen menos pistolas y tiros que hace años, pero abundan las espadas, los ganchos, los bisturís: la sangre que sale a borbotones y salpica la cámara. Primitivismo con ínfulas históricas, en varios casos. Sexismo, en otros. Reconozco que no aguanté la mirada en bastantes escenas. Puede que me esté haciendo viejo. Puede que no. Pero me preocupa el siguiente paso: estas cosas siempre exigen más.
Esta columna debería haber sido publicada en La Voz de Galicia, 19.enero.2013, pero apareció una versión anterior.
Un interesante debate relacionado: Tetas, espadas y la superioridad moral del chorizo, de Alberto Nahum García. Conviene leer también los comentarios.
Siempre exigen más, cierto, pero supongo que el arte (o la coyunda arte-industria que son el cine y la televisión) también es capaz de ir a la contra y recuperar el valor de la elipsis. Algunos de los cineastas más queridos se caracterizan, precisamente, por su poética elíptica. Y conviven con los Kitanos, Tarantinos y demás.
Un tema apasionante, Paco.
Grazie.
Perdona que haya tardado tantísimo en aprobar tu amable comentario. Estaba con un pequeño problema que me ha tenido muy ocupado. Ya te contaré. Muchas gracias, Alberto.
Paco: Solo tu primera frase : «solo un época como la nuestra, con escasa querencia hacia la verdad …» .
No sé en que época has vivido tú.
Pero te pregunto? … en la época de Diogenes, quien sabía quien era Diogenes y lo que decía?. De que época hablas cuando te remites a la querencia de la verdad..?
Chico, creo que lo falso es la economía especulativa y la degradación dela economía productiva.
Goya se inspiro en Velázquez y Picasso en los dos anteriores.
Que es copiar?
Supongo que este comentario corresponde, en realidad, a la entrada «Lo falso».
La época de Diógenes tenía menos querencia por la verdad que la nuestra. Desde entonces habíamos evolucionado mucho con los siglos, pero parece que volvemos a zonas primitivas.
De acuerdo en que la economía especulativa es falso: encaja perfectamente en lo que digo sobre el dinero.
Una cosa es la inspiración o la influencia o incluso copiar para aprender reconociendo que uno está copiando y otra es fusilar para ahorrarse el proceso creativo, tan inseguro y doloroso, y llegar cuanto antes a los aplausos y la pasta.