La Voz de Galicia

Los ciclistas las llaman etapas rompepiernas. Son aquellas que parecen fáciles porque no incluyen ningún puerto terrible, pero que se prodigan en subidas y bajadas, en falsos llanos. Las que impiden mantener un tren sostenido, lento o rápido. Los ciclistas se enfrían en el descenso tumbados sobre el manillar y, con esas mismas piernas rígidas, tienen que ponerse de pie en la bici para afrontar un repecho que quizá apenas dure. Como esta semana de puente: ahora hay que levantarse temprano, ahora no, ahora los niños van al cole, ahora no, ahora empiezo esta gestión, ahora tengo que dejarla, ahora parece que va a estallar por los aires el euro, ahora parece que ya no, ahora echan a Urdangarín de la Familia Real, ahora vuelven a acogerlo, ahora hay luces de Navidad, ahora no, ahora tendremos AVE en el 2015, ahora en el 2018, ahora el jueves santo será lunes, y así…
Menos mal que nos queda el falso llano –ojo, el falso llano es siempre una subida– del gentil y plácido traspaso de poderes que todos alaban y que muchos medios han celebrado con esa foto, tan de diseño, de Zapatero y Rajoy tomando cañas. Periodismo de primera… página.
Estas semanas agotan más que una vida entera. Esperemos que no se prolonguen. La imposibilidad de mantener un ritmo, de mirar hacia una meta y tirar a bloque acaba con cualquiera. Peor sería la bici estática: mucho músculo y ningún avance. Así, por lo menos, con o sin rompepiernas, siempre se puede aprovechar un abanico para demarrar al cruzar el puente y, como diría un amigo muy querido, escapar del pelotón de pesimistas.