La Voz de Galicia

En los momentos terribles, cuando está en juego la supervivencia misma y se necesita más que nunca el esfuerzo común, siempre hay alguno que está en sus cositas. Da igual que el paro mutile la vida y la autoestima de millones de personas y de sus familias, da igual que los indigentes se nos mueran de frío por las calles un día sí y otro también, da igual que vivamos en un ay con la posible quiebra del país y aun de Europa, da igual que ya no podamos mantener las carreteras, da igual todo: ellos siguen a sus cositas. Unos preparan bombas que, de explosionar, solo alegrarían su perturbada imaginación de utopías a costa de cualquier sacrificio humano o material de los demás. Otros, que no creen en la resurrección de los muertos, intentan levantar una tumba, a ver si producen gresca suficiente para que la polvareda disimule las vergüenzas de su retirada. También hay quienes amenazan con estropearnos una de las pocas alegrías que nos van quedando, la Navidad con sus fiestas y descansos, como si no dispusieran de otra estrategia para defender sus legítimos intereses. En fin, la enumeración podría alargarse mucho más allá del espacio de esta columna: cositas, cositas, cositas.
No sé qué abruma más: si la dureza de la situación o la falta de magnanimidad y valentía de tantos que andan a lo suyo, preocupados solo de quedar bien, de trincar lo que sea en los despojos y a costa de quien haga falta. Algunos, creyéndose incluso luchadores idealistas, soñadores de casas incendiadas y  vientres reventados de metralla que, por supuesto, nunca son los suyos.

La Voz de Galicia, 3.diciemembre.2011