Según uno de esos estudios de universidad americana que se publicó ayer, las parejas “materialistas”, definidas como aquellas que dan prioridad al bienestar material y a la propia carrera, funcionan mucho peor que las que entienden que el dinero no es lo más importante en sus vidas. Menudo descubrimiento. Lo sabíamos desde siempre, me parece, sin necesidad de encuestas carísimas. Basta con vivir y ver. Aunque también conviene leer, porque la literatura se ha ocupado generosamente del asunto. Esta misma semana lo aborda Marta Rivera de la Cruz en su última novela: La vida después.
La he leído en dos tirones, porque, pese a la densidad de los asuntos que maneja, engancha mucho. Quizá por el montaje de las escenas, casi cinematográfico, o más probablemente, por el enorme interés de las relaciones que muestra y de los problemas que esas relaciones suscitan. ¿Es creíble que un hombre y una mujer sean solo amigos? Y si fuera cierto, ¿resulta conveniente? La autora, como debe ser, no responde de manera explícita. Responde narrando. Deja actuar a los personajes, casi todos mujeres que recelan unas de otras, y concluye de un modo que puede parecer convencional para el lector más apresurado, menos atento, que quizá aguardaba un cierre más parecido al de La edad de la inocencia.
La vida después se lee rápido, maneja sentimientos convencionales, parece políticamente correcto, pero da mucho que pensar. Supongo que será muy útil a los sociólogos del futuro para intentar describir las relaciones de amistad entre mujeres y de estas con los hombres en la época de tumulto cultural que nos ha tocado vivir. El querido Tolkien se sentiría incómodo en un libro así.
Un hombre y una mujer nunca pueden ser amigos, si como amigos entendemos convivir una semana, un mes… para tomar café y charlar sí; pero la complicidad y el trato termina en atracción o en separación
No entiendo la referencia final a Tolkien.
Ángel: Tolkien trata este asunto en su epistolario, que ahora no tengo delante. Si recuerdo bien lo comenta una carta a su hijo. Sostiene que la amistad, en sentido propio y fuerte, se da solo entre varones, y descarta también la amistad entre hombres y mujeres. De ahí la referencia.
Ah, gracias.
Son muy buenas las cartas de Tolkien
Sí, desde la literatura es complicado, y no sólo por Tolkien. Entre nosotras competimos y desconfiamos, no podemos ser amigas de los hombres, lo de ser amigas de nuestros hijos ya se ha demostrado como la última perversión sociológica y, por supuesto, la amistad con los animales (algo al menos, ¿no?) es frívola o fruto de un desequilibrio emocional. A mí siempre me pareció sencillo aunque exigente -saber querer y reconocer al otro-, hasta que me puse a leer sobre ello, claro. Casi siempre salgo enfadada; a ver si ese libro me echa un cable. Gracias, Paco.