La Voz de Galicia

Me escribió ayer una enfermera para afearme algo que escribí en el artículo del sábado pasado. Ella lo extracta así: «Tanto los que trabajan con un alto nivel de abstracción como los que APENAS SIN FORMACION, se desenvuelven gracias a su habilidad física… (manipuladores de alimentos, camareros, auxiliares de enfermería, celadores y ENFERMEROS)”.  Después me explica muy amablemente que los enfermeros deben cursar tres años de carrera que, con el nuevo plan Bolonia, se convertirán en cuatro “como para el resto de los universitarios, periodistas incluidos”. Añade: “Si a esto lo llama trabajar sin apenas formación…”
Se ve que me expliqué mal y me duele, porque la enfermería –como he demostrado en otras ocasiones y en este mismo espacio– es una de las profesiones que más admiro. Lejos de discutir su formación, alabo el criterio de los expertos que cifran parte del remedio a la crisis de nuestro sistema de salud en que estos profesionales asuman algunas tareas para las que están perfectamente capacitados y que se reservaban hasta ahora solo a los médicos.
En la columna anterior no quería decir lo que se me atribuye y lamento mucho que mi corresponsal y otros profesionales de la enfermería se hayan sentido heridos. Basta con volver al texto para comprobarlo: la lista que daba correspondía a los empleos que serán más demandados en Estados Unidos en los próximos años, no a trabajos de gente sin formación. Entre ellos figuraban varios que no requieren formación teórica y algunos que precisan grandes habilidades en la atención de personas. La enfermería, obviamente, pertenece solo al segundo grupo, de la misma manera que otros pertenecen solo al primero.