La Voz de Galicia

De las muchas chanzas, enfados y disparates que he leído en el poco tiempo que ha pasado desde que se anunció el nuevo límite de velocidad que impone el gobierno en las autopistas y el momento en el que escribo, un tuit de mi admirado Alberto Moyano me parece el resumen más ingenioso: “Lo que hubiéramos ahorrado si hubiésemos seguido con la carretera de toda la vida, en lugar de arruinarnos en autopistas para ir despacio”. Genial.
Las otras razones que se aducen son, sin duda, interesantes. Que es una medida provisional y, sin embargo, se va a cambiar la señalización, y que en eso se nos irá todo el ahorro. Vigilen, vienen a decir, al adjudicatario. Bien, tiene sentido. Que es una medida para recaudar más, porque crecerá el número de infracciones por exceso de velocidad. También tiene sentido y parece una sospecha más que justificada: con los coches actuales y en autopista/autovía, hay que estar muy atentos para mantenerse en los 110, especialmente en las cuestas abajo. No sabría decir si aciertan o no, porque no tengo ni idea, quienes discuten el margen del 10-15% de ahorro que el gobierno atribuye a esos 10 kilómetros por hora de menos. Ya han salido a la palestra especialistas que lo desmienten. Pero en fin, puede ser.
La crítica de Moyano, pese a los fundamentos que tienen las demás, me parece la más acertada, porque apunta al rasgo más característico de este gobierno, la contradicción: gastarse un dineral en autopistas y autovías para luego ir despacio, y después de incentivar durante meses la compra de coches. En vivo y en directo, nuevo desconcierto de ZP.

Actualización: Me dice Juan Varela por Twitter: «Suma desconcierto: alarma de medida no tomada con petróleo a $200 y presumir de menos víctimas y bajarlas en las vías + seguras». De acuerdo.

Por error mío, esta entrada ha salido como columna en la edición impresa del sábado, en vez de «Revolucionarios», que era la prevista, por eso le he cambiado la categoría.