Pueden darse y se han dado muchas explicaciones a la foto que obtendrá hoy Zapatero con una treintena de grandes empresarios españoles: desde la meramente electoralista —en plena jornada de reflexión de las catalanas— hasta la más sencilla: intenta producir la impresión de que hace algo. La acertada, sin embargo, quizá sea aquella que interpreta esta reunión como una respuesta a otra foto poco amable, la que sale de la «Propuesta Transforma España», elaborada por cincuenta especialistas y cincuenta líderes empresariales bajo los auspicios de la Fundación Everis: «Una visión optimista —dicen los autores— pero contundente de la sociedad civil española».
Leí la propuesta hace un par de semanas y, realmente, cumple con ambos adjetivos desde su mismo comienzo, con la cita de un proverbio asiático: «Cuando empieza a soplar el viento, algunos corren a esconderse mientras otros construyen molinos de viento». Al proverbio le faltan otros dos actores: los que niegan que exista el viento y los que dicen que construirán molinos sin la menor intención de hacerlo. O incluso un tercero: los que se sientan a esperar que el huracán arrase a sus enemigos.
Recomiendo la lectura del informe —está disponible en internet—, porque responde al tipo de óptica que necesitamos: un examen profundo y valiente de nuestra situación acompañado de un plan estratégico que me parece difícil pero hacedero.
Junto a aspectos claramente positivos, la parte crítica del informe muestra que el valor-país de España ha empequeñecido hasta niveles de 1997 y prevé, si nada cambia, un empobrecimiento mayor para el 2020. Piensan que esto se puede evitar y articulan ocho actuaciones que permitirían devolvernos al grupo de cabeza. En el fondo, suponen un replanteamiento del sistema político, social, educativo y administrativo. Pero vale la pena considerarlas.
Con ZP da igual todo. No escucha. Ya lo había avisado Pizarro en el debate que «perdió» contra solbes y Krugman poco después, invitado por el propio presidente. Con un irresponsable llevando el timón de este país…lo que me extraña es que ya no nos hayamos estrellado.
Durante los últimos años, ser optimista significó ser progubernamental y ser pesimista se consideró una actitud antipatriota. Mas si algo nos define como pueblo, es el pesimismo, en esto nadie nos gana. Dicen que el sentimiento de declive es muy anterior al 98, podemos remontarnos a Torquemada, a la reinstauración absolutista y aquel funesto “vivan las cadenas”, pasando por el romanticismo y llegando al desencanto posterior a la transición. En ese sentido el estudio me gusta porque reivindica un cierto optimismo, el cual considero necesario como primer impulso de cualquier acción.
Creo que en aquella batalla de Cervera, a la vista de las oxidadas cañoneras del Vizcaya y el Oquendo, que todavía afloran en la costa cubana, se expresa de forma diáfana el desatino y falta de coordinación de nuestra administración. Cuando conocemos los hechos nos sorprende, la falta de apego a su pueblo y la ceguera mesiánica de mandar al matadero a hombres y barcos, desoyendo el criterio de los que estaban en el campo de batalla.
Antes del desastre, los distintos actores se ponían verdes, discutían entre ellos, mientras se hacían numerosas propuestas que aparentaban ser todas muy sensatas y atinadas para reconducir el gobierno del imperio en descomposición.
Pasados cuatro años, cuando se reestablecieron relaciones diplomáticas. Un medico español se encontró con uno americano y le preguntó:
Es increíble, nosotros hicimos muchos esfuerzos durante años para erradicar la fiebre amarilla y ustedes en solo cuatro años lo consiguieron…¿podría decirme como lo hicieron?
Muy fácil -contestó el americano-. Simplemente cogimos su manual y lo aplicamos a rajatabla.
Excelente.
Temos que aprender a mirar de xeito máis atento a realidade.
Un gran artigo, Paco.
(Xa o estivemos comentando entre uns amigos o sábado…)
Por certo, co teu permiso vouno colgar no meu facebook.
Grazas, Almiral.
Efectivamente, excelente el post de Prometeo, como casi siempre.
Además de la falta de buen gobierno, el problema también está en que el gobierno -o la administración- ocupa demasiado espacio, bueno, realmente ocupa casi todo el espacio disponible de la vida pública.
En esa foto que se hizo Zapatero había muchos empresarios que dependen excesivamente del poder poltíco -los bancos-; otros que dirigen empresas que fueron públicas y que monopolizaban el mercado en su tiempo con lo que parten de una posición extremadamente ventajosa -Telefónica, Iberia, Repsol y alguna otra-; otras que también dependen excesivamente del poder político -constructores-; otras que han hecho su riqueza a partir de concesiones públicas o similares -empresas energéticas-; y algunas, las menos, que han nacido de la nada, han crecido y se han convertido en grandes empresas -se me ocurre Zara y algunas más, creo-.
Total, que al final la mayoría de las grandes empresas de este país están pendientes del poder político.
Obviamente, así no hay quien avance.
El otro día decían en la radio que en España se tardan cuarenta y tantos días en crear una empresa y que hay que hacer una docena o más de trámites. La media de europa son doce días y seis o siete trámites.
Demoledor
Hay un caso, que se da todos los años, muy clarificador al respecto y es cuando al final de los periodos legislativos los partidos y los gobernantes se jactan de la cantidad de iniciativas legislativas que llevaron a los parlamentos. ¡Como si eso fuese una cosa buena!
Al final, el buen gobernante es aquel que hace lo menos posible, lo imprescindible.
Al hilo de lo que dice Mikel.:
La mayoría de los problemas que describes y muchos de los que aparecen reflejados en la «Propuesta Transforma España», los describió Gaspar Melchor de Jovellanos en el sigo XVIII… y por lo que veo, la mayoría de sus recomendaciones e iniciativas, -siglos después-, siguen estando en plena vigencia.
No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos.
La creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias.
Quien supera la crisis, se supera a sí mismo sin quedar “superado”.
Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones.
La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones.
Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía.
Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia.
Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.
Albert Einstein
De todas formas también quería señalar una cosa. Si bien la clase gobernante ha sido nefasta para este país quizás en los últimos 200 años (aunque puede haber excepciones), la clase empresarial tampoco es que haya sido ejemplar.
La figura del empresari prepotente y abusador, que trampea a la Seguridad Social, a sus empleados y que no es capaz de mirar más hayá de los beneficios que puede obtener es un estereotipo fijado en el imaginario del español medio por algún motivo. Ese estereotipo existe, quizás hoy menos que antes, pero existe. Y ha hecho mucho daño a la concepción que del empresario tenemos en España.
De hecho, cuando se habla del problema de productividad en este país también el sector privado debería hacer un examen de conciencia muy serio. La falta de motiviación, la falta de formación continua, la falta de proyección de futuro, de premiar el compromiso y la creatividad, la mala gestión de las crisis, hacer pagar al empleado ‘raso’ los desastres de una mala gestión económica o de las decisiones erróneas, la ineptitud de muchos cuadros-medios (que descargan sin más la presión de los de arriba sobre sus subordinados), la falta de cooperación, de trabajo en conjunto, etc..
son cuestiones que minan la productividad (las citadas y muchas otras).
En estos momentos, por el entorno que me rodea, el ambiente en las medianas y grandes empresas es de desánimo, de pesimismo, de esperar resignado el día del despido y arañar la máxima indemnización posible, de nerviosismo, de mal humos. Así no hay quien produzca. Y buena parte de la culpa de esa situación, en mi opinión, es de los directivos, incapaces de bajar al ruedo, de ser uno más de un equipo, el líder, si, pero que comparte las penurias y las durezas de la crisis con todos los demás.
He visto que en el anterior post he cometido un montón de faltas de mecanografía así que os pido disculpas. Creo que ha sido por intentar escribir demasiado rápido (en concreto el hayá en vez de allá me ha dolido en lo más profundo, perdón a todos los lectores).
No sé. En esta vida hay de todo y es normal que se le exija más a quien ostenta el liderazgo, sin embargo Mikel, creo que eres injusto cuando metes a todos en el saco.
Yo sé que hay empresarios, que están al pié del cañón después de superar ampliamente la edad de jubilación. Son conscientes de que han cotizado toda su vida y nunca podrán cobrar un mes de jubilación. Lo hacen por sus colaboradores, se sienten responsables y morirán con las botas puestas. Puedo citar varios ejemplos.
Conozco dos hermanos. Uno empleado, el otro pequeño empresario. El primero cumplió adecuadamente con su trabajo y le correspondieron con sus pagas, vacaciones y bajas por enfermedad. Su hermano nunca ha podido tomar vacaciones. Trabaja los sábados e incluso algunos domingos tiene que pasar por el trabajo para arreglar alguna cosilla para el lunes. No puede enfermar, tiene que aguantar como sea.
Sus empleados cobran todos los meses, pero el no siempre dispone de dinero para pagar los gastos de casa. Después de una vida de trabajo, le han colado varios impagados. Todos sus ahorros los invirtió en pagar las liquidaciones de alguno de sus trabajadores cuando no tenía trabajo para ellos. Esta agotado y deprimido, pero no puede parar. Se levanta cada día sin saber si podrá facturar lo suficiente para pagar los gastos fijos.
Su hermano –empleado- ha ahorrado y si ahora lo despiden, tiene derecho a una indemnización y paro. Nunca se ha estresado ni dedicado a la empresa un minuto más que lo que marcaba el convenio.
Son dos casos reales de dos hermanos, con similar formación.
Siempre se piensa que los empresarios son señores con puro, chistera y una buena billetera, pero esos son los menos. Por uno que triunfa, muchos fracasan, o apenas ganan para un pequeño sueldo.
Podría ponerte decenas de ejemplos, montones de personas que hipotecaron sus casas y las de sus padres para avalar sus negocios. Ahora no tienen trabajo, ni paro, ni casas donde cobijarse, pues han perdido todos sus bienes.
Es un drama enorme porque esos nunca han tenido los cuatrocientos euros, ni siquiera tienen la familia, –padres, hermanos, suegros— porque la han arruinado en su caída al tenerlos por avalistas.
Podría decirte que también conozco a trabajadores que son los reyes del escaqueo. Esos mismos, dicen que su jefe es un ladrón y se dejan corromper por los proveedores. Su jefe les paga y lo venden por un soborno cuando no roba de todo empezando por el tiempo que dedican a entrar en foros.
¿Sabes a que hora son más usados los foros? Pues aprovechando las horas de trabajo. Miles y miles de horas metidos en el Factbook, o foros de todo tipo.
Pero claro,… ellos son los empleados explotados.
Mira Mikel, yo siempre me sentí un poco empresario. Vendía mi tiempo y quería que fuera productivo. Tenía claro que había que dar el doble para que me pagaran la mitad. Nunca cobré ninguna indemnización, porque nunca me echaron de ningún sitio. Cuando noté que no era productivo, simplemente dimití y me marché. Mis jefes lo sabían y siempre me respetaron. No solo por el trabajo realizado, sino porque sabían perfectamente que si no me respetaban, no dudaría ni un minuto en la empresa. Por desgracia muchos se envenenan porque no pueden levantar la cabeza, saben que solo valen para lacayos y eso da mucha coraje. Incluso se muerde la mano que te da de comer.
Me parece a mí, que hay personas honestas y otras que no lo son. Da igual su profesión o escalafón. Por desgracia suele ocurrir que los que mas protestan son los que deberían estar callados.
Yo he firmado convenios en representación de mis compañeros, hasta que me di cuenta que los que más gritaban eran los privilegiados. Yo pensé que no estaban en este mundo: pedían la luna y no les preocupaba nada los que estaban por debajo de ellos..¿y a eso le llamaban solidaridad? Yo creía que era en los dos sentidos, tanto pidiendo a los que estén por arriba para que sean solidarios contigo, como con los de abajo cuando piden ayuda. Pero no funciona así. Puedo demostrarlo.
Recuerdo las llamadas dramáticas a la solidaridad de los trabajadores del naval de aquella época. Los que mejor pagados, los que llevaban años cobrando sin trabajar, que robaban los electrodos, las horas, la chapa y la chatarra, eran los que protestaban y pedían solidaridad a sus “compañeros” de las empresas auxiliares. Pedían solidaridad a los que ganaban la mitad. Pedían ayuda a los que tenían empleos precarios y la mayoría se quedaron sin indemnización cobrando del FOGASA. Muchos no han cotizado ni diez años y llevan toda la vida cobrando y por encima –para vergüenza de todos- se hacen las víctimas.
Venimos de una dictadura y funcionamos con estereotipos y claves muy sencillas y maniqueas: Los de un lado son unos fachas y los de otro progres.
Lo alucinante del asunto, era que algún empresario calificado de facha y explotador, dio a la sociedad su sangre, su vida entera. pagando impuestos, pagando una seguridad social que no les da nada cuando ya no pueden apenas moverse.
Pregúntale a un autónomo jubilado lo que cobra y verás.
Dejémonos de estereotipos. El que no es honrado, que roba a su jefe, o se corrompe, debemos repudiarlo de la misma forma que el explotador que no paga lo que debe a sus proveedores o a sus empleados.
Si creemos que debemos valorar el esfuerzo tendremos que asumir unas ciertas desigualdades. La otra opción o alternativa es la economía planificada. Seremos todos iguales, tanto el que se esfuerza o se arriesga, como el vago y pusilánime.
Mucha gente esta desanimada –dices-. Esperando solo a quitar la mejor indemnización. No es una actitud muy loable ni colaboradora. No tienen ánimo para trabajar, pero tienen tiempo para descalificar a su jefe.
Si seguimos insistiendo en estos tópicos, nadie querrá ser empresario en este país.
No se puede generalizar. No confundamos un especulador que factura millones y no tiene un empleado con el que lucha de verdad, el que se ha echado a la espalda muchas familias. Si hicieran lo mismo que los que solo esperan a ver que rascan de indemnización, tomarían su dinero –ganado honradamente con su esfuerzo- pagarían sus deudas y tendrían un retiro dorado.
Conozco algunos que lo están haciendo. Dicen que no vale la pena. Tienen suficiente para ellos y están hartos de que le muerdan la mano y los insulten, aquellos que sin el objeto de sus desvelos.
Los que ya no tienen dinero, les escucho decir que nunca reunirán fuerzas para empezar de nuevo. Se resignan a hacer pequeñas chapuzas para resolver el día a día.
Lo que más les duele –dicen- es que algún prejubilado de oro, mientras echa la partida de tute de todos los días, les llame sicarios de la CEOE.
Pongamos las cosas en su sitio: despreciemos al periodista que se vende, al abogado picapleitos que abusa de la ignorancia de la gente…. Pero no condenemos a todos los periodistas y a los abogados. En el caso de los empresarios, todavía hay que ser más fino. ¿es empresario un taxista o un propietario de un bar? Son esos unos explotadores, mientras hacen jornadas de catorce horas y apenas reúnen para pagar los gastos. ¿Es un empleado un controlador aéreo? Estrictamente es así, pero cualquier persona con un poco de sentido común, debe de tener una cierta cautela cuando contesta a una pregunta como esta.
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