La sentencia según la cual «la hipocresía es el homenaje que el vicio tributa a la virtud», responde muy bien al autor (La Rachefoucould) y a su época (el siglo XVII francés). La máxima ha tenido tanto éxito, porque es verdad: quien «finge sentimientos o cualidades distintos a los que realmente tiene» está reconociendo que debería cambiar o, al menos, que su comportamiento no es homologable como virtuoso por los demás. Cuando la hipocresía se convierte en un vicio social y se puede hablar de una sociedad hipócrita, ocurre lo mismo: se reconoce la grandeza de la virtud y se esconde el vicio. Por eso una sociedad hipócrita, siendo perversa, todavía es recuperable. Existe la posibilidad, por ejemplo, de que se castigue severamente al mentiroso, aunque la sociedad misma sea hipócritamente sincera.
Sin embargo, una sociedad que ni siquiera es capaz de hipocresía está perdida. Si los niños dicen o hacen delante de sus padres con la mayor naturalidad y sin escándalo lo que siempre han dicho o hecho a escondidas, si se miente en la vida pública, si se comprueba la mentira pero no pasa nada, si somos capaces de oponernos radicalmente a la tortura mientras millones de madres permiten que sus propios fetos sean despedazados hasta la muerte, si en lugar de disimular el mal que por debilidad o ignorancia cometemos, nos dedicamos a pregonarlo como un bien o incluso como un derecho, si llamamos libertad y espontaneidad al capricho, si no importa hacer daño al otro con tal de que redunde en un bien para mí y eso se aplaude en la política, en la empresa, en la gestión de la comunicación pública o en cualquier otro ámbito, y sobre todo, si se le llama hipócrita al virtuoso, entonces…
Que el gobierno nos mienta sobre la venta de armas a Israel o no pare la fabricación de bombas de racimo es solo hipocresía. Lo terrible es que, sabiéndolo, nos dé igual.
Certo…!!!
Non se pode vivir instalado na ausencia de verdade.
No seré yo quién defienda la hipocresía. No obstante, sólo somos seres humanos con todo lo que ello conlleva; por lo tanto: «El que esté limpio de culpa…» Esto referido al común de los mortales.
Hablemos del Gobierno. No me gusta la guerra, la violencia, las armas… Eso no me impide reconocer que «una cosa es predicar y otra dar trigo». Resulta muy fácil censurar cualquier forma de gobierno cuando no es una la que tiene que gobernar.
Hemos convertido la hipocresía en cinismo. ¡Qué acertado tu artículo!
Si «hemos convertido la hipocresía en cinismo», reparemos lo incorrecto; pero, comencemos por nosotros mismos. Ya. No esperemos a mañana, ni esperemos que sean «los demás con sus maldades», quienes deban repararlo. Al fin y al cabo, de una u otra forma, todos somos cómplices.
Fué George Simmel (1858-1918) el primero que teorizó sociológicamente que el universo social civilizado está lleno de ambigüedades, y que la socialización y la convivencia requieren de unas formalidades y hábitos sociales que limiten los enfrentamientos.
Dado que toda realidad encierra una faceta ambivalente y, que la economía es competitiva -al igual que la práctica real por la signación del estatus, el poder y el prestigio- son necesarias formas de urbanidad que no bloqueen los intercambios y las relaciones humanas.
En este sentido comparto la primera parte de tu artículo.
Pero sacralizar las normas de convivencialidad también es peligroso; porque pueden reproducir status quo injustos. También consolidar prejuicios.
Es muy complejo, difícil y peligroso cambiar las normas; pero el cambio es necesario. Lo que solo se puede hacer introduciendo verdad en el discurso social y personal. Por eso los valores y la ética indicidual son fundamentales, porque sirven de criterio para calibrar lo que es una hipocresía aceptada, sabedora de que se trata de una mera convención por la paz interpersonal, de lo que es mentira y engaño con voluntad de manipular y confundir.
Como dice Hazlitt, «el juicio rara vez es erróneo cuando los sentimientos son certeros; y por lo común, lo son, con tal que sean cálidos y sinceros».
Un abrazo.
Totalmente de acuerdo. No veo dónde está la discrepancia.