La Voz de Galicia
Seleccionar página

«De cerca, nadie es normal»

Caetano Veloso

 

Tarde o temprano tenía que pasar. La exposición mediática y la mirada del pueblo unas veces recelosa, otras envidiosa, castigadora o de admiración, han hecho explotar la imagen de la reina de España, Doña Leticia, que -nos guste o no- figurará en los libros de historia.

Los libros contarán la historia de uno de los últimos Borbones como un pasaje más para la explicación del fin de las monarquías europeas. Dirán que el siglo XXI fue aquel en que los príncipes herederos se emparejaron con mujeres plebeyas, divorciadas, deportistas, modelos, actrices…perdiendo la distancia y las formas de lo que representan, convirtiendo la monarquía en un reality show más para venta y consumo del pueblo.

Leticia cumple todas las condiciones del prototipo actual de mujer de éxito: libre, culta, plebeya, orgullosa, arrogante, hermosa, elegante, tipo Rania de Jordania, Mete Mary, Kate Middleton, Meghan Markle, Máxima de Holanda, Charlene de Mónaco…todas están cortadas por el mismo patrón. Son lo mismo pero no son las mismas.

Leticia es lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que la imagen es capital en el mundo simbólico que vive y ha conseguido adaptarla a golpes de bisturí y lectura de prensa de amor, lujo y salud. Lo consiguió y  es capaz de eclipsar en los saraos a la mismísima Melania Trump -la actual emperadora-

Pero por mucho que te adaptes o camufles como el Gato Pardo de Lampedusa, tarde o temprano te acaban viendo el plumero.

 

Leticia tiene criterio propio y es un buen complemento para la imagen de un Rey muy profesional pero un poco hipotenso y momio.

El problema de Leticia es el viejo proverbio de que aunque la mona se vista de seda mona se queda. Leticia no puede dejar de ser también la mano que mueve su marioneta y es normal que a veces el carácter  la desenmascare.

El pueblo gusta de esos gestos tan humanos y normales como romper el protocolo, hacer running, comprar en el mercado o jugar con el perro. Lo que no tolera el pueblo son los gestos feos, aunque también sean normales.

La escena de las conversaciones en la Catedral es tan  fea como habitual en la vida plebeya pero no son admisibles en quienes deben ser ejemplares, mucho menos con una abuela como la Reina Sofia que es de las pocas personas que ha sabido mantener la dignidad en este país.

Esperemos por el bien de todos, que la reina Leticia dedique más tiempo a cuidar sus maneras que a cuidar su físico y el vestuario.

Y  que la princesa Leonor controle sus malos modos y siga el ejemplo de   una Reina de verdad como su abuela.