La Voz de Galicia
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¿Qué pasaría si Ortega Cano admitiese que cometió una grave imprudencia, que había tomado unas copas y que nunca debió haberse puesto al volante aquella noche del 28 de mayo del 2011? ¿Qué pasaría si Ortega Cano hubiese pedido perdón a la familia de Carlos Parra, de 38 años, el conductor contra el que se estrelló de frente y que murió sin tener una oportunidad? Es una hipótesis imposible porque Ortega Cano ha elegido el camino al que tiene derecho como acusado en el juicio que ayer comenzó en Sevilla, y ha declarado que es inocente, jura que solo mojó los labios en una copa de cava y asegura que no recuerda nada de lo que pasó antes del choque mortal, y que no pasó de 80, aunque un peritaje de la Guardia Civil fija la velocidad de su coche en 125 kilómetros por hora y que tres testigos denunciaron su conducción peligrosa. También negó Ortega Cano que en el último de los bares en el que paró se dejase el motor del coche en marcha y las luces encendidas. Sobre el momento del choque, el torero dijo que no recuerda haber visto al otro vehículo pues, en caso contrario, se tira «por un barranco con tal de no impactar contra otro coche».