por Vítor Mejuto | Jul 11, 2011 | General

He de confesar que hasta ahora el Códice Calixtino no significaba gran cosa para mí. Creía en él igual que Perceval creía en el Grial, me bastaba con saber que estaba a salvo. Como la mujer de Colombo: nadie la ha visto, pero todos sabíamos que existía. Ahora vivo esta angustia de una forma prestada gracias a una información urgente, aprehendida para disimular. Mi zozobra, como la de muchos, es gregaria. Si hubieran robado Las meninas, a las que visito como a un familiar, estaría más triste. Pero las autoridades deberían protegerme de mi ignorancia y protegernos a todos de estos depredadores del patrimonio. Estos tipos sienten esa enfermiza fascinación por el fetiche sobre la que se pudre el mundo del arte. El fetiche y el fake (en los salones forrados de caoba cuelga mucha mentira) son las chucherías con las que los oscuros dueños del dinero seducen a sus … Seguir leyendo
por Vítor Mejuto | Jul 10, 2011 | General

La sesión vermú siempre ofrece el mismo dibujo. Todo el pueblo en la cantina y la pista desierta. Solo los niños acuden al atronador reclamo, seducidos por un rumor de Hamelin. También los mayores, que siempre son más festeiros que los adolescentes, ocupados en interpretar el confuso recado de sus hormonas. En este territorio, donde se dobla el paso y se espesa el merengue, el dúo Togayán se basta para llenar un escenario.
Brais García Mayán se ocupa de la caja de ritmos y José Tomé de su propia caja torácica. Del cruce de sus apellidos nace, con el mismo ingenio que adorna tantos negocios en este país, el nombre del grupo. El dúo se convierte en trío, como en un misterio trinitario, cuando la comisión de fiestas se estira un poco. Entonces se incorpora Nerea Maceiras, la chica. Nerea estuvo en Luar y José la presenta con mucho boato, … Seguir leyendo
por Vítor Mejuto | Jul 10, 2011 | General

Un balín a un euro. Seis balines a cinco euros. «¿Podo traer a miña escopeta da casa?» . El cazador desconfía del punto de mira ajeno. «Se fose coa miña carabina desfacíalle o chiringuito». El cazador se jacta de su infalible puntería como si tuviera colgadas en su casa, encima de la chimenea, las cabezas disecadas de unos cuantos peluches, cobrados en la espesura de la feria. No es el caso del chaval de la foto, al que le basta con ser, durante unos minutos, un buen amigo del rifle. Descerraja educadamente su artillería contra las piezas, que penden temblorosas de palillos planos. El chico que atiende la barraca le corresponde completando el trabajo con sus manos: abate una pieza que se mantiene milagrosamente en pie sobre un palillo astillado. Luego le entrega condescendientemente el trofeo, aunque, eso sí, siempre se trata de caza menor: unos petardos, un llavero o … Seguir leyendo
por Vítor Mejuto | Jul 3, 2011 | General

Un pintor no debería tener colores favoritos. El color es una elección sentimental, pero a veces la paleta viene sombría. Un escritor no debería alimentarse de frases hechas. A la literatura no le sientan bien los precocinados. Pero cuando se trata de tu equipo, solo existe un color y, puesto que se trata de fútbol, solo empleas frases hechas. Tus colores son como una mancha de nacimiento. Tiznado con tinta indeleble, tu mancha no desaparece por mucho que la repintes. Aunque estés tan pancho en tu batzoki, por que eres más vasco que nadie, en el fondo, muy dentro de ti, aún puedes sentir el débil crepitar de la Roja. No puedes olvidar que de pequeño lloraste cuando a Arconada se le escurrió una Eurocopa por debajo de su rocoso torso vascongado. De mayor también puedes mostrarte tibio con las hazañas del color rojo, y torcer sin disimulo por … Seguir leyendo
por Vítor Mejuto | Jun 26, 2011 | General

Antes de que todas las ciudades fueran la misma ciudad. Antes de que gracias a esa monstruosidad de la aldea global un norteamericano pudiera dar la vuelta al mundo sin bajarse de un Mcdonald´s. Antes de que los turistas peinasen hasta los últimos confines y cuando crees que estás llegando a un territorio virgen, excitado como un conquistador, aparecen dos japoneses fotografiándolo todo con la lacónica indiferencia de un notario. Antes de que el mundo fuera una enorme franquicia que exhala un aburrido aliento multinacional. Antes, había ciudades portuarias.
En todas ellas había un barrio chino. Pero no era Chinatown ni un lugar donde comprar chucherías de a euro. Era un hervidero de tabernas y burdeles, un acrisolado territorio fronterizo donde se componía el cuplé y se discutía a navajazos. Donde los nombres de los marineros se tatuaban en los flácidos antebrazos de las meretrices. Donde los mostradores servían contrabando … Seguir leyendo