El verano del III año Pospandemia está resultando, si cabe, tan rarito como los anteriores, no tanto por la amenaza del Covid (que sigue estando ahí) sino por el conjunto de calamidades que nos rondan esperando que pase la ola de calor y suba la marea. Cuesta mantenerse desconectado de tanta advertencia y sobresalto por mucho tinto de verano, festival y chiringuito donde cobijarse.
No llegaba con esta calor desaforada, con las restricciones de agua, de energía y de sosiego, con la espada de Damocles pendiendo sobre nuestras cabezas amenazando crisis de todo tipo, desde la viruela del mico al desabastecimiento de todo, sino que la lluvia fina de noticias turbadores no cesa durante los atardeceres del estío.
Que el Rey no se levanta cuando pasean la espada de Bolivar como si fuera el brazo incorrupto de Santa Teresa, que Nancy Pelosy se va de gira a tocarle los rollitos de primavera a los chinos que amenazan miedo al pacífico Taiwan, que Putin juega a trilero abriendo y cerrando la llave del gas (recuerdo un fantástico epitafio que rezaba: «Aquí yace Juan García, que fue a ver si había gas, y gas había»), que Ucrania sigue dando bocanadas en un mundo que ya no jalea al bueno de Zelenski y, la última, que a Trump le registran el casoplón mientras sigue cacareando un regreso jabonado de delfín y fragmentación social. Un sin vivir.
Unos amigos de la izquierda del Antiguo Testamento despotricaban contra Trump cuando uno de ellos reiteró una y otra vez el calificativo de «Totolaba» refiriéndose a Donald. Es verdad severa que el castellano es más pródigo que ningún otro idioma en cantidad y calidad de insultos, algunos de ellos de difícil conceptualización como el caso que nos ocupa ¿Qué es un tontolaba?
Nadie mejor que D. Pancracio Beltrán para aclararlo: » A quien siendo imbécil por naturaleza tiene la desgracia adicional de ser patoso, cargante y gilipollas llamamos tontolaba, forma extrema de imbecilidad. Como su hermano menor el tonto del culo, es sujeto especializado en dar el coñazo con ocurrencias extemporáneas y pijotadas. Se predica normalmente de quien siendo simplón vive ajeno a su naturaleza.
La segunda parte es metáfora formal alusiva a la punta del miembro viril, por asemejarse esa parte de la anatomía humana a la semilla de la planta herbácea.
Lo ilustra con el siguiente refrán andaluz: » cuando el listo tras mil afanes se desespera, llega el tontolaba, la boca abierta y le cae la breva». Dicho popular que muestra lo que todos sospechábamos, que los tontos tienen suerte y alcanzan cargos y fortunas importantes.
Empecé a hacer la lista y no me caben más tontolabas de dentro y fuera del reino.