Se veía venir: !Bonilla a la vista!, al igual que la tradicional marca de patatas fritas y churros coruñesa, el candidato popular ha recabado el apoyo de una enorme mayoría de ciudadanos andaluces.
Conservador y elegante, sin ampararse en etiquetas ni mensajes hiperventilados, al igual que las Bonilla, ha sabido mantenerse fiel a una forma y contenido que la ciudadanía ha comprado al por mayor harta de productos novedosos, aderezados con potenciadores de sabor exóticos, colorines y video clips promocionales. Ha ganado la calma, la educación y el tono que tanto se echaba de menos en la sobreactuación política de los últimos años.
Inundados con una plétora de marcas que ofrecían paraísos artificiales sin otro bagaje que el carisma de sus líderes, como tantos ciudadanos insobornables a churros envueltos en chocolate y cremas, Andalucía ha elegido al Sr. Bonilla que sólo ofrece patatas con denominación de origen gallega y aceite de oliva andaluz.
Escribí en noviembre del 2020 acerca del concepto de «Disidencia Controlada», consistente en la estrategia no escrita con que los poderes constituidos fomentan la aparición de nuevos partidos que se presentan como radicalmente disidentes del sistema para primero darles aliento y al cabo de un tiempo, acabar destruyéndolos por fagocitación.
Podemos, Ciudadanos y Vox en cierto modo no han sido más que eso, una estrategia del Poder constituido que los favorece, los alimenta, se coaliga con ellos y, cuando las cosas van mal, les responsabiliza del desastre llevándolos a un escrutinio vengativo dónde del pueblo desilusionado los aniquila. Al mismo tiempo, ellos salen reforzados volviendo al equilibrio que otorga el bipartidismo.
Igual que las patatas Bonilla, sólo es cuestión de paciencia y esperar a que la gente pruebe otras marcas y se gaste un pastón en promocionarlas para volver al origen.