Nuestras palabras sólo expresan hechos, del mismo modo que una taza de té sólo podrá contener el volumen propio de una taza de té por más que se vierta un litro en ella. (Ludvig Wittgenstein).
Los límites del mundo son los límites de nuestro lenguaje y con el desarrollo vertiginoso de la tecnología hemos creado un mundo nuevo, huérfano de significantes para identificarlo, de ahí que se hayan ido incorporando a nuestro lenguaje cotidiano términos, acrónimos y significantes hasta hace poco exclusivos de la ingeniería informática.
El mundo se ha expandido al compás de bits, gigas, megas, 4K, híbridos, chips etc…alumbrando seres como las influencers, los youtubers, periodistas digitales, portales de venta, cine de plataformas en series y un montón de nuevas realidades virtuales necesitadas de un nombre que las identifique. Hemos vuelto a recrear el mito bíblico de la nominación de las cosas en este nuevo mundo que algunos avanzamos a tientas.
Tiempo pues de creación de nuevos significantes que dan cuenta de la nueva realidad pero que han desbordado lo virtual inventando también nuevos términos para viejos asuntos humanos, a veces -parodiando a Wittgenstein- queriendo verter un litro de nuevas palabras en la misma taza de té (en el mismo significado).
Sostenible, empoderamiento, micromachismos, violencia vicaria, violencia obstétrica, violencia de género, veganos, Quers, resiliencia, afrofeminismo, ellos, ellas, elles… Palabras nuevas que nominan viejas realidades pero que no aportan una gota más a la capacidad de la taza de té, es decir, a los viejos términos ( si acaso hacerlos más visibles).
Mefistófeles aconsejaba a Fausto : » Cuando no tengas ideas, procura inventar palabras». Diabólico consejo que últimamente ponen en valor muchos sufridos colectivos de toda la vida. El lado más oscuro y eterno del ser humano se llena de palabras nuevas para desvelarlo pero sigue sin solución, palabros y palabras que enarbolan banderas y denuncias, crean líderes, llenan realitys-shows, biopics, manifiestos, víctimas y verdugos pero que no aportan ideas nuevas y/o eficaces que puedan cambiar la vieja realidad humana.
Toda esta nueva palabrería fuerza la realidad intentando encajarla en la misma casilla dónde no caben tantos términos. Esto se sabe desde antiguo, Aristóteles en el primer libro de su Ética a Nicómaco dice que : «es propio del hombre culto, en relación con un problema, no buscar más precisión que la que consiente la naturaleza de éste». Los nuevos términos no cambian ni precisan mejor la vieja realidad, solo la distraen.
Tendríamos que preguntarnos: ¿estos neologismos descubren nuevas realidades ocultas o sólo son una ensalada de palabras que reformulan la realidad de siempre para intentar suavizarla?. Ambas opciones son puramente instrumentales y no aportan nuevas soluciones.
A veces sólo confusión.