Mientras olía la cuadra de este año histórico que dejamos atrás, pensaba que en el futuro la Humanidad lo recordará por un solo hito: el año de la pandemia global.
Esperemos que el 2021 lo recordemos como el de la vacuna global y el de la reflexión que nos enseñó a no pasarse con el planeta ni con las jaranas. Esperemos.
Y mientras uno pensaba en estas cosas la radio del coche decía que este año se cumple el 150 aniversario del Anís del Mono.
Fue oír anís del mono y tener un viaje astral, me vi admirando la etiqueta del anís del mono con el mismo asombro que me sigue produciendo ese humanoide que se parece más a muchos hombres a medio evolucionar que a un mono de los de ahora.
Los ojos se me llenaron de bares, tascas, puticlubs y meublés de lujo donde el mono estaba encaramado en los estantes, burlándose de los padrinos en las fiestas familiares, aclarando en sol y sombra el amanecer de tantos gaznates currantes y percutiendo al ritmo de cánticos populares. Todo olía a anís.
Los bebedores de anís como los coñac, hoy son una especie en retroceso asediada por los combinados extranjeros; el anís y el coñac son bebidas de trago corto y conversación lenta, a diferencia de las colonizadoras que son rápidas y frías como el ambiente.
Pero no menospreciemos al mono que en sus 150 años de vida, ha visto de joven escribir a Darwin El Origen del Hombre (para mí que el mono de la etiqueta es Darwin), a Graham Bell descubrir el teléfono, hacer los planos del puente de Brooklin y alumbrar a Lenin. ¿Quién nos dice que no será capaz de sobrevivir a Internet, al 5G, influencers y yutubers o a nuestro Pablenin? El mono ha sobrevivido la gripe del 18, dos guerras mundiales y civiles, dictaduras, monarquías, repúblicas, la bella Otero, Matahari y Belen Esteban. Se diría que la burla simiesca es inmortal.
Al mono lo crearon los hermanos José y Vicente Bosch en una destilería que es una joya modernista de la Badalona de 1870 y el pueblo lo perpetuó en 2012 con una estatua de bronce de 200 kilos en el paseo marítimo, como un tótem que embriaga de historia y olor a anís todo el pueblo de Badalona.
La clave y el secreto de la sabiduría del mono está escondida en la etiqueta, en un pequeño apéndice caligrafiado que reza: «Es el mejor, la ciencia lo dijo, y yo no miento».
Esperemos que la ciencia que nos brinda la vacuna sea la mejor y no mienta, porque los rusos andan diciendo que nos convierte en monos.
!Qué más quisiéramos!