Comentaba en este Tonel que lejos de consagrarse la virtud de la prudencia y la paciencia en la población tras las sucesivas crisis que estamos padeciendo, la respuesta ha sido un ansia desenfrenada por recuperar estos años como si no hubiera un mañana. A la fatiga depresiva provocada por tantas crisis ha seguido una hipomanía (sobreexcitación) de la gente.
La oscilación anímica entre la depresión y la manía ocupa un amplio lugar en psiquiatría. La clásica psicopatología europea las identificaba como psicosis afectivas, donde se enmarcan desde los lunáticos, a los que en noches de plenilunio nos crecen los pelos, las uñas y los dientes, hasta los trastornos bipolares, que provocan subidas y bajadas de ánimo que desgarran la vida, pasando por la ciclotimia, que viene a ser una oscilación igual de fatigosa, pero menos incapacitante que el trastorno bipolar. Más allá de la clínica, todos conocemos/reconocemos personas que pasan de estar contentos a taciturnos de la noche a la mañana.
El estado de ánimo humano es fluctuante, nadie es feliz o infeliz de forma constante, tenemos días, temporadas y a veces vidas (la vida es algo más que la biografía) en las que estamos contentos y otras alicaídos.
La medicina tiene remedios para tratar las ciclaciones patológicas, pero para las cotidianas, el mejor remedio consiste en controlar el pathos, la pasión, las emociones intensas que empujan a una repetición que desborda la capacidad de control de la mente. La clave está en el placer, sea de felicidad o de tristeza, en ambas se puede encontrar un goce que empuje a la repetición. Lo malo es que la repetición puede llevar a un hábito que puede tornarse en adicción y acabar siendo un malestar.
¿Es posible la felicidad en tiempos de crisis? La felicidad es una abstracción que va más allá de lo que nos hace felices en un momento concreto. Podemos estar muy felices comiendo o fornicando, pero eso no es lo que entendemos por felicidad.
Séneca advirtió que todos aspiramos a la felicidad, pero no sabemos dónde habita esa señora que lo único que nos muestra son algunas emociones, como el placer o la alegría, que nos hacen estar felices, pero no necesariamente serlo. Siempre nos movemos entre dos vías mentales: lo que sentimos y lo que pensamos.
Los griegos tenían un tratamiento para modular las pasiones que llamaron eutimia. La psiquiatría utiliza esta palabra para designar el estado en el que el sujeto no está deprimido ni maníaco, pero, para los griegos, la eutimia no era ese estado intermedio, sino un paradigma moral. La eutimia es una virtud moral, no algo fisiológico o afectivo. Una virtud de sosiego, calma y paciencia, imprescindibles para poder ser felices.
Eutimia, tranquilidad.