Leí que en el Rocio hubo un millón de personas, que los San Fermines -cual cipote de Archidona pamplonés- amenazan con ser la corrida más numerosa del siglo; que los Caneiros pelean un hueco donde poder ponerse hasta arriba de tinto frenesí y que en San Juan, para poder arder en un hoguera de playa va haber que coger tiket. Con todos estos datos, he decidido ponerme en modo estoico y no salir de casa salvo que la escapada socializadora no supere los diez individuos y sin empujar.
Vale que han sido años duros donde la Realidad con mayúsculas nos ha hecho tomar conciencia de nuestra fragilidad frente a un minúsculo pedacito de ADN. Que hemos visto de verdad y al lado de casa como la locura humana de siempre sigue conjurando las mismas guerras de siempre
Lejos de consagrarse la virtud de la prudencia y robustecido la de la paciencia en la población, la respuesta una vez disminuida la tensión está siendo el ansia desenfrenada de recuperar lo perdido estos años. Gente que no solía ir a los San Fermines ni a los Caneiros ni a San Juan, este año se han tirado al ruedo, al agua y a la hoguera como si no hubiera un mañana. Deberían «acougar» ejerciendo dos virtudes cardinales: la prudencia y la paciencia.
El término paciencia viene de , passio y scientia, que significan respectivamente “sufrir” y “conocimiento”, la paciencia consiste en “saber sufrir”, sacarle provecho y fortalecerse sabiendo que es pasajero.
La prudencia es una virtud que se manifiesta en un pensamiento o juicio maduro, no improvisado ni precipitado, con la finalidad de evitar un mal o conseguir un bien.
El ansia es un estado de intranquilidad muy intensa causado especialmente por algo desagradable o por la amenaza de otra desgracia.
Ustedes mismos.