Las guerras nunca tienen vencedores, sólo dejan contendientes malheridos y décadas de odio novelado, cumplen, sin embargo, una función de autorregulación de la especie. Cuando la tensión del grupo llega a un nivel que amenaza con su destrucción, la Teoría General de los Sistemas de Von Bertalanffy avanza la activación de algún mecanismo encaminado a devolver el equilibrio: enciende la guerra.
La guerra que viene a podar sobrantes y abrir una vía de escape a la pulsión de muerte y destrucción que lleva el ser humano en el programa base, también ensaya un nuevo cambio de estructura geopolítica y medioambiental que restablezca el equilibrio. Ilusión vana.
En realidad sólo empezamos otra partida del mismo y eterno juego con los mismos jugadores. Una vez ganan unos y otra vez ganan otros pero al final -como en todos los juegos contínuos- siempre empezamos de cero. Somos Sísifos con smartphone, Caínes de Instagran, y Empedocles lanzándose al volcán vestidos de Inditex.
Usemos huesos, venablos, cuchillos, balas, cañonazos o misiles nucleares, la ferocidad del ser humano no cambia, sólo cambian sus utensilios.
Pero la guerra que estamos viviendo hoy tiene elementos muy distintos hasta los ahora conocidos y no va ser lo mismo. La guerra en un mundo globalizado -dónde todos estamos apretaos- no tendrá relatos épicos ni héroes monumentales, pero estará colgada en la nube y detallada en la wikipedia. Los tanques de hoy son como una caballería napoleónica embolsada en una red de comunicación que los aturde. Los pueblos tienen criterio porque tienen toda la información en la mano y con un clik en la City londinense hacen más daño que con un misil intercontinental.
Nunca la humanidad estuvo tan informada ni dispuso de medios de conexión y comunicación como estos. El conocimiento atempera las pasiones y aviva la razón, si de verdad la mayoría no quiere la guerra no habrá guerra o será muy breve, porque no se puede enmudecer al aire.
Los antiguos señores de la guerra han perdido la batalla frente a los nuevos señores del aire. Una noticia falsa amenaza más que un Kalasnikov y todos disponemos de canales de comunicación por los que disparar munición, no hay sátrapa que pueda controlarlo.
Lo sorprendente es la rapidez con que el mundo globalizado en que vivíamos ha fraguado en otro nuevo y está imponiendo un orden diferente al caos que sufrimos dese el inicio del siglo.
Sin líderes, sin dioses, sin Espartas ni terceros reich, tan solo una red de comunicación y la llave del conocimiento a través de Internet.
Habrá guerras clásicas en territorios aislados, pero una guerra global que amenace el bienestar alcanzado por más del 60% de humanidad no lo veo.