Me pidieron un colaboración acerca de la personalidad de Vladimir Puntin y aunque siempre me gustaron las patobiografías, no me atreví a decir certeza alguna, si acaso, una simple especulación de salón nacida de la información indirecta que ofrece la prensa.
Sobre la personalidad de Putin se ha dicho todo lo que parece obvio: es frío, agresivo, dominante, narcisista, competitivo, ambicioso, individualista, introvertido, suspicaz… Todas las características propias de un líder carismático y autoritario, uno de esos mandatarios cuya influencia en su pueblo oscila entre la necesidad del líder carismático y el pánico al dictador, inexorablemente predispuesto al fanatismo y -como colofón- a las explosiones de violencia hacia los grupos resistentes a su criterio.
Al líder nato le impregna la pasión de mandar y el empeño por contagiar su ideal hasta el punto de sacrificarlo todo por conseguirlo y llegado el caso, imponerlo. No basta el talento ni las características personales, hace falta una motivación tan cargada emocionalmente que rebase lo racional y pueda llevar a conductas nada razonables.
Putin es un hombre dominante y controlador lo que le predispone a la agresividad; la gente así disfruta del poder tanto como de la exigencia de un respeto casi servil lo que, unido a una introversión y falta de simpatía, le hace temible. Putin se ríe muy poco, es abstemio, no fuma, está obsesionado con la seguridad y es de esas personas que dan la sensación de que si las tocas están fríos.
Se expresa con silogismos cerrados, frases cortas y contundentes, sin mover un músculo que delate la más mínima emoción.
Putin parece estar convencido de su singularidad histórica pero con una salvedad: que su país ha cambiado desde 1999 y el no. Putin sigue siendo un funcionario de la URSS dónde nació y creció políticamente y su ideal parece ser la recomposición de aquellos tiempos de grandeza y miseria.
Como psiquiatra no puede decir mucho más, pero como judoka sí porque compartimos la misma categoría y afición por ese deporte.
Ju-Do quiere decir «camino de la flexibilidad», su fundador el maestro japonés Jigoro Kano, nos enseñó a utilizar la fuerza del contrario en su contra; pero a partir de que el gigante holandés Anton Gessink desbancó por primera vez a los japoneses ganando la medalla de oro en los juegos olímpicos de Tokio, el judo se dividió en dos escuelas, la japonesa y la europea, una delicada y mental, la otra más física y competitiva.
Putin pertenece a la escuela rusa (más fuerza que técnica) es un luchador correoso, poco delicado, que lucha más a la contra que arriesgando el ataque y utiliza técnicas de empuje más que de tracción. Fuerte y valiente pero menos inteligente de lo que se cree.