La Voz de Galicia
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El mundo está lleno de historias de todo tipo: cómicas, dramáticas, aterradoras, entrañables, apasionantes…Sólo hay que mirar con ojos de antropólogo.

Cursé estudios de Antropología Médica con un sabio peculiar, el Dr. Jose Manuel Reverte Coma. El profesor Reverte ejercía de antropólogo forense en la Facultad de Medicina de Madrid y atesoraba en su leyenda la capacidad de hacer hablar a los muertos cuando de delatar al asesino se trataba; resolvió, entre otros muchos, el crimen del «Lobo Feroz», un local de bajo fondo donde apareció una muchacha emparedada hacía años. Estudiando los restos recompuso no solo la identidad del cadáver, sino toda la historia que la llevó a morir en un ataúd de yeso.

Reverte se pasó media vida viviendo en la selva del Darién con los indios Cuna y frecuentó otras muchas tribus en la amazonia brasileña, aún lo recuerdan en Panamá. A su regreso, acabó de alcalde en  Benidorm, ciudad que ondeó la bandera a media asta cuando falleció.

Se especializó en Medicina Forense y recaló como profesor titular de Antropología Médica y Medicina Legal en Madrid. Ahí lo conocí y tuve el placer de cursar con el dos años de estudios  que me empujaron a hacer la tesis doctoral sobre Antropología Médica bajo su dirección.

Tenía la fantasía de dedicarme unos años a estudiar alguna tribu exótica del más allá (me sentía Indiana Jones tutelado por Sean Connery).

«Encantado de dirigirle -contestó-, pero ¿porqué se quiere ir tan lejos?  Mire, si usted lo que busca son tribus exóticas, podemos empezar ahora mismo; coja un cuaderno, bájese todos los días a un banco del bulevar de su calle y observe, anote, mire y escuche con atención  todo lo que pasa a su alrededor».

Reverte tenía razón: la tribu más exótica era la mía.

No me fui.