La Voz de Galicia
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Prácticamente está todo dicho: conjeturas, hipótesis, suposiciones, teorías? El caso de la muerte de Asunta ha desatado un tsunami informativo y tertuliano como hacía tiempo no se veía. El aforismo de Karl Jaspers -el padre de la psicopatología- sigue vigente: «La naturaleza se explica, la mente se comprende». La conducta de la que tanto se habla solo admite una explicación tranquilizadora: tiene que estar enferma. Aunque no sea cierta.
Las conductas humanas funcionan a través de un complejo cableado que a veces es difícil de controlar. Basta una serie de variables concretas y azarosas para que se produzcan cortocircuitos ingobernables. Un instante sobra para provocar una tragedia.
Comprender el proceso psíquico que lleva a un crimen así no tiene una explicación biológica, pero sí lo podemos llegar a comprender. Para comprender un fragmento de conducta humana que permanece oscuro, lo más eficaz es dejar de preguntarse el porqué e interpelarla desde el ¿para qué?
El para qué es algo de lo que de momento no tenemos ni idea, lo cual aconseja estar calladitos hasta no disponer de la información suficiente que nos permita poder llegar a comprender el suceso.
Tanta palabrería, tanto experto, tantas opiniones, tanto bla, bla, bla… solo es un pasatiempo, un ejercicio de imaginación equivalente a fabular que la pérfida Medea -además de asesinar a sus hijos por despecho- estaba enrollada con un bróker marroquí traficante de babuchas.
Pero ¿de dónde surge este interés, de dónde esta fascinación, esta premura por explicar lo sucedido? Morbos aparte, lo inquietante no es solo el crimen, sino el hecho de que los protagonistas sean gente normal, igual que tantos. Necesitamos una explicación de por qué se puede hacer una cosa así, porque sin ella todos pasamos a ser sospechosos. Apremia una respuesta tranquilizadora que nos exima de responsabilidad -la enfermedad siempre es lo más eficaz-, que alivie el pánico a sufrir un cruce de cables propio, a pertenecer a la misma especie. El miedo a perder el control es algo exclusivamente humano, todos lo padecemos y es uno de los síntomas más frecuentes en los cuadros fóbicos. Es más tolerable y tranquilizador encontrar una razón, que nos sirva para descartar el riesgo de cometer algo parecido y poder apagar la tele.
El espanto de lo normal siempre es mayor que el horror de lo extraordinario. Da más miedo Jack Nicholson en El resplandor que Boris Karloff haciendo de Frankenstein, dan más miedo los vivos que los muertos, los psicópatas que los demonios.
Vaya verano este del año 13. Deberían haber avisado de que el Apóstol se iba a ir de vacaciones al Caribe, porque si no habrá que pensar que se ha vuelto loco.