La Voz de Galicia
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La ciencia sabe de sobra que las espinillas son unos puntos negros o blancos que aparecen en la piel producidos por la obstrucción de un folículo piloso o sebáceo. Aparecen en todas las edades, aunque son más propias de la adolescencia donde producen el llamado acné. Pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo siendo más frecuentes en la cara, la frente, las mejillas o la espalda. Lo que la ciencia no explica claramente es: ¿de dónde surge el placer femenino en el acto de apretar espinillas?

Un 98% de hombres se masturban y un 99% de mujeres encuentran placer extirpando espinillas, no me digan que no es apasionante.
Después de un profundo análisis compartido con alguna gente creo que sigo tan despistado como al principio.
Algunas amigas se apoyaban en Darwin sosteniendo que es nuestro pasado primate el que —una vez hemos evolucionado hasta no tener pulgas encima— sustituye el goce simiesco de sacarse los parásitos por el de sacar las espinillas; por último concluían que era un acto para someter al hombre.
Otras lo matizaban más como una demostración de lo “sometido” que puede estar el hombre bajo la presión femenina. Eso sí, todas reconocían sentir un impulso casi incontrolable de abalanzarse sobre un punto negro, gordo y accesible. Una confesó que al mirar la cara o la sensual boca de su amante y ver un horrendo punto negro, no era capaz de ver otra cosa ni de luchar contra el deseo de lanzarse a extirparlo.
No se yo si no serán ellas las sometidas a ese deseo incontrolable más que nosotros a los efectos de su presión/pasión.
Un colega psicoanalista me argumentó, bajo los efectos de dos botellas de Moët-Chandom, que el placer femenino de apretar espinillas a sus parejas era un ejemplo evidente de la búsqueda eterna del YO, que el otro es simplemente una actitud de apegamiento al OTRO, buscando el ELLO. Explicación que tampoco me convenció.
Otro amigo más sereno sostiene que el acto de que te aprieten la espinilla es un acto sado masoquista en el que ambos obtienen placer y —ejemplificaba— que a él le gustaba que de vez en cuando le apretaran las espinillas, que era algo así como entender que la curiosidad duele, que el conocimiento duele; que al sacar algo oculto, queremos saber qué sacamos, cuánto es de grande, cuánto de negro… una especie de in-saight corporal.
Lo curioso es que convivan dos placeres tan antagónicos como la admiración general por las pieles tersas y suaves, y al mismo tiempo el placer por el cultivo ecológico de las pieles masculinas que proveen una mínima cosecha de puntos negros apetecibles. Es raro.
Y todo esto viene a cuento, porque que es ahora en verano cuando más se observa y se sufre en propia carne cómo las mujeres se abalanzan sobre las espaldas de sus parejas escaneándolas con ojos de anaconda salida en busca de alguna espinilla que reventar.
Ellos se muestran tolerantes y ellas siempre insaciables en busca de su goce onanista.
Cuando la maniobra es despiadada o la espinilla es rebelde, duele un montón y ellos, lejos de salir huyendo, dan grititos tipo “¡aaaayy!” “¡jooooder!”. Pero no se rebelan, con un simple “¡Chissssss, que ya sale!” quedan inmovilizados. Lo cierto es que, fenomenológicamente, es una conducta idéntica a la de los perros bien adiestrados.
Nunca he visto a un hombre sacando espinillas, es cierto, como mucho se las sacan a sí mismos pero no andan escudriñando pieles cercanas a las que atacar. Probablemente sea porque este gen primate lo que pretende es cuidar al macho de parásitos, infecciones y cuerpos extraños para tenerlo tuneado y limpio cuando toquen “mamut a la vista” o le toque bronca con el mono alfa. Debe de ser por eso, por eso el macho se queda pasmado y humillado, para asegurarse que la hembra que está con él sea feliz y lo tenga impecable. No me lo acabo de creer del todo.
Sea por lo que sea, el caso es que habría que poner coto a este deseo indomable del sexo femenino, cuanto menos contenerlas un poco por el artículo uno: “las espinillas son para el verano”. Y que nos dejen en veda el resto del año.
Luis Ferrer es jefe del Servicio de Psiquiatría del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS)