La Voz de Galicia
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¿Qué tendrán las palabras? ¿A través de qué sutil engarce causarán esa sorprendente catarata de imágenes en nuestro cerebro? Conocemos sus efectos, la neurorradiología avanzada nos permite visualizarlas, pero: ¿De qué están hechas? ¿Cómo actúan? ¿De dónde salieron? ¿Porqué?
Hay palabras puñal que se clavan en el cerebro y dejan cicatriz —Freud decía que la cultura comienza cuando el hombre deja de arrojar un venablo y lanza una injuria—.
Hay palabras balsámicas cuyo susurro nos tranquiliza, palabras medicina, palabras que sólo pueden salir de un emisor afable en situaciones amorosas. Palabras tiernas y palabras duras. Palabras traviesas y palabras sombrías.
Las palabras están hechas de una extraña materia, eterna, encapsulada dentro de un sonido o un signo. No importa el ruido ni la melodía, la latitud ni la altitud donde se pronuncien, lo único esencialmente humano es lo que contienen. Ese enigma, esa materia, constituye el territorio más apasionante aún por explorar.
Hace unos años encontré por internet un foro de ámbito hispanoamericano en el que se trataba de elegir la palabra más bella del castellano. Me dio que pensar, resultaba muy difícil renunciar a tantas palabras hermosas en favor de una; al final me atreví y opté por proponer piropo.
La elegí por su sonido redondo y divertido, y por que la imagen que evoca está cargada de sensaciones, todas ellas afectuosas.
Hay palabras que me hacen sonreír como piedra pómez, pantaleta, mofa, juanete, chimichurri, zapateta, golondrino, caricato…
Las palabras a veces se aparean y generan pensamientos que inexorablemente se ayuntan cada vez que las nombras.
Tengo un amigo que automáticamente, cada vez que le dices “Alto Volta”, responde con un “¡Volta tanto, Isabel como Fernando!”. Y nos partimos de risa —no me extraña, pasar en dos carcajadas del Alto Volta africano a la corte de Castilla, no está mal para no haberse excedido más allá de un gin-tonic—. Son cosas de las palabras.
Conozco gente a quienes una palabra les ha envenenado y llevado a una muerte prematura.
Gente a quien un sola palabra ha bastado para sanarles.
Palabras que se hicieron carne y palabras que se llevó el viento.
Palabras vacías y palabras llenas.
Palabras tristes y palabras que hacen cosquillas.
La polémica entablada alrededor del idioma me parece una cuestión menor. Igual que ocurre con la música, no me parece tan importante interpretar música clásica, pop, étnica, electrónica o dodecafónica. Lo importante, lo que verdaderamente nos iguala y nos hace humanos, es la música como tal.
Con el idioma pasa igual. Una cosa es el habla, otra el idioma y otra el lenguaje. Lo importante es el lenguaje y en eso no hay fronteras, se tiene o no se tiene; se es humano o no se es.
El significado de las palabras es universal, el ruido local. El idioma nos permite acceder al lenguaje y una vez se tiene este, lo demás es manejar sonidos distintos. El lenguaje nos iguala, el idioma nos distingue.
Es verdad que cada idioma dispone de palabras que matizan los significados; incluso que crean significados singulares, realidades propias. La palabra morriña, por ejemplo, es un término exclusivo que evoca una emoción muy de aquí, difícilmente compartida con otras gentes. Eso nos enriquece como una melodía de Milladoiro, pero no nos hace distintos a los otros.
A los idiomas —igual que a los amigos— hay que cuidarlos como a las plantas. Hay que regarlos, abonarlos, trasplantarlos, conservarlos quererlos, apreciarlos… Es una simpleza y una confusión defender un idioma como si fuera el lenguaje. Pessoa, Göete, Homero, Delibes, Kilpling, Rosalía, Vila Matas… son artistas universales no por su idioma original, sino por su contenido, por el significado de sus palabras que no es otro que su pensamiento.
Hay palabras minúsculas y palabras mayúsculas.
Las palabras con mayúsculas son las más peligrosas, son palabras rotundas, excluyentes se digan como se digan: dios, patria, honor, bandera, lengua, patrimonio, culpa…
Las palabras minúsculas son más del día a día, más cotidianas, menos afectadas, más traviesas, más costumbristas y lozanas.
Hay palabrotas, palabrejas, palabreos, palabrerías y palabras de honor.
No podría asegurarlo, pero me parece que de aquel foro, la palabra que se llevó más votos fue cariño.
Será por esa ñ tan nuestra. ¿o será por su significado?
Luis Ferrer es jefe del Servicio de Psiquiatría del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS)