La Voz de Galicia
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tonel14.jpgHace pocos días salían a la luz los resultados de una encuesta elaborada por una potente multinacional farmacéutica acerca de la conducta sexual de los europeos. Por el lado que nos toca, sostienen los resultados, que los españoles dedicamos 1,4 horas a la semana a la practica del sexo.
Hay que tener en cuenta que el rango de edad de los encuestados excluía los adolescentes y gentes mayores de ochenta años, pero aún así la cifra me produce una cierta incredulidad.
En primer lugar habría que aclarar si sólo valen las horas de  práctica o también cuentan las de teoría. Porque me da que si fuera así, el dato está considerablemente desfigurado a la baja.
Hay estudios semejantes que arrojan resultados tales como que el varón piensa en el sexo varias veces al día; no recuerdo muy bien si la cuestión consistía en que cada dos horas al varón le venía alguna forma de flash sexual a la cabeza. Debe ser cuestión de hormonas, como casi todo lo que tiene que ver con lo sexual, aunque nada tenga  que ver con la sexualidad.
No se aclara en la encuesta si el tiempo computado incluye prolegómenos y pitillito, o sólo contabiliza al acto puro y duro —que de ser así tendrían que poner el teléfono del encuestado/a para requerir sus servicios o llevarlos al circo—.
Tampoco hace referencia a las desviaciones de la campana de Gauss, es decir, a los eyaculadores precoces, los gatillazos, la frigidez, los orgasmos fingidos y los no deseados, que los hay, ¡y muchos! etc…
Dicen algunos psicoanalistas que la eyaculación precoz es una forma de castigar a la mujer por la mentira del orgasmo fingido; aunque también dicen los terapeutas estratégicos, que la eyaculación precoz puede ser una suerte de descorche que permite una segunda copa mucho más reposada y sabrosa. Dicen de todo.
Dicen también que la dispareuria —dolor a la penetración— es una forma de negación de la sexualidad y otros que, por el contrario, es una suerte de bloqueo producido por el encuentro con la intensidad del deseo.
Pero estábamos en lo cuantitativo del sexo, en la exactitud mentirosa de la estadística y no en la cualidad o calidad de los números. Pues eso, que si nos ceñimos al dato, me sale que esto es como lo de que tocamos a 1,5 pollos por persona, cuando la realidad acoge a gente que se como dos y otros que ni lo prueban.
Ya en la edad provecta en la que el sexo deja de ser aerobic y se practica con más serenidad y sabiduría, dedicarle 1,4 horas semanales es una suerte de lotería de la que a muchos nos encantaría poder comprar varias rifas.
La coletilla defensiva y ruborosa del “más vale calidad que cantidad”, es una estupidez. Es dilema planteado de forma derrotista. ¿Por qué se descarta de entrada de la opción del más y mejor?
Yo creo que la multinacional —que obviamente comercializa fármacos para disfunciones sexuales— pretende trasmitir con la encuesta el mensaje de que se pueden aumentar las horas de práctica con su ayuda, aunque nada dice de la calidad. El verdadero éxito de ventas consistiría en un píldora que garantizara el correcto funcionamiento de toda la maquinaria —masculina y femenina— y un plus de fantasía y deseo, que es lo que no se contabiliza y lo que —me temo— nunca podrán aportar los fármacos a no ser a costa de alterar la conciencia y no enterarte de nada, siquiera del que tienes al lado.
Si inventaran una pastilla que al cabo de una hora hiciera que todas la células del cuerpo se volvieran inteligentes, que cada caricia despertara rincones desconocidos del cuerpo, que la realidad hiciera un fundido en negro enfocando un único círculo de luz sobre nuestro amante, que detuviera el mundo en unos instantes infinitos…
Si la consiguen, 1,4 horas suspendido en un instante así sería más que razonable. Mientras tanto, no hagan ni caso a la encuesta porque para ser fiable, tendríamos que conocer la vida de cada uno de la muestra y poder entender de qué hablamos cuando hablamos del sexo, que no es nada sencillo.
Luis Ferrer es jefe del Servicio de Psiquiatría del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS)