La Voz de Galicia
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Coincide así como por azar, a punto de encarar las fiestas de Navidad —o de invierno para según quienes— y montar el Belén —o la maqueta del asentamiento judío en Palestina para según que otros—con sus respectivas figuritas: el cooperante catalán haciendo de vientre —hasta ahora caganet—, los Reyes Magos —que poco faltará para reivindicar la condición de gay de alguno de ellos, por aquello de hacerlos más políticamente correctos—, los pastores —que también les llega ya la necesidad de hacer una distribución más paritaria entre los mismos— y el portal, del que habrá que revisar su condición de auténticamente libre al no poder acogerse a ninguna ley, ya que nada se habla de la concepción divina; y acabar plantando al rey Herodes, que esperemos sea el último año antes de que le apliquen la ley de memoria histórica y le echen por tierra el castillo.
A punto de rematar el menú de la fiesta barruntando mudar el pavo por el shushi y la sidra el gaiteiro por el tinto estructurado bajo en taninos.
Justo antes de comenzar toda esta parafernalia navideña, las fiestas se han adornado a mayores con la rebelión de las sotanas con chapela en Guipúzcoa, el vocerío antitaurino catalán —que no es tanto por defender al toro sino por triturar el adjetivo nacional de la fiesta—, los calzones de Moratinos roídos por el ratón magrebí y la tenacidad de una frágil saharaui; con el clima de Copenhague, los piños de Berlusconi, la nariz de la Esteban, las costillas de Herman Hertz y la estupidez buitrera y fuñaña del PP oponiéndose a todo con tal de sumar desilusiones que , en torpe estrategia, consideran votos.
Un panorama que de verdad le dan a uno ganas de ponerse a cantar panxoliñas y brindar con freixenet. Aunque sólo sea para desahogarse y provocar.
Vanidad según el Espasa es: el orgullo inspirado por un alto concepto de las propias cualidades o méritos, acompañado de un deseo excesivo de ser bien considerado y alabado por los demás.
Creo que es la vanidad la que nos está amargando el guirlache a mas de uno. “Vanitas, vanitatis et omnium vanita” que decía Panoramix.
Esto parece una escena de aquellas en la que todos los herederos entran a saco en la casa del difunto para revolver y repartirse todo lo que en ella hay; a tortas, a navajazos, haciendo valer sus derechos en base a favores prestados en silencio que nadie conocía, renunciando a la legítima con tal de que el otro se quede peor, cuestionando toda decisión, elección y valor de nada de lo que ahí hay, minusvalorando los recuerdos, despreciando los ornatos, ridiculizando las fotos de familia… Sólo que aquí, que sepamos, ni se ha muerto nadie ni hay nada que repartir.
Es lo que hay, cuanto más se globaliza todo, más locales se vuelven los intereses, más rígidas las fronteras, más urgente la necesidad de diferenciación. Y conforme más y más, más crece la vanidad que es la gasolina que alimenta los motores de la confrontación.
Lo dicho, les deseo una feliz Navidad viejuna y reaccionaria para sobrevivir a todo esto, bajarse del emule Qué bello es vivir, preparar la cena a base de coliflor con bacalao, partir los turrones de siempre —nada de sabores exóticos y venenosos—, sortear la resaca para ver el concierto de Año Nuevo y echar la carta a los Reyes aunque sea con la mascarilla de la gripe A.
Y a los demás, ¡feliz vanidad!
Luis Ferrer es jefe del Servicio de Psiquiatría del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS)