La Voz de Galicia
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Correale es un psiquiatra francófono que allá por 1996 describió un fenómeno que se produce muy frecuentemente en el seno de los grupos, especialmente cuando éstos están atravesando fases de cambio o de crisis.
Consiste en que hay ciertos hechos que “tienen tendencia a fijarse y casi a petrificarse en el patrimonio colectivo de los recuerdos, siguiendo modalidades rígidas y difícilmente modificables”.
Se trata de recuerdos colectivos, casi siempre de acontecimientos relacionados que se han producido en un pasado lejano y que son contados siempre igual de una manera repetitiva, para demostrar unos hechos de los cuales son la prueba. Correale afirma que son verdaderas “alucinaciones retrospectivas”, puesto que estos recuerdos presentan, por un lado, una gran vivacidad y claridad; pero, por otro, parecen no ser susceptibles a una evolución y a una interpretación distinta a las ya incorporadas al recuerdo en sí.
El objetivo fundamental de estos recuerdos es la “evacuación” de “algo” que libere al grupo de sus efectos nocivos, sea el dolor de la pérdida, la injusticia, la impotencia o la derrota.
La cuestión es que estos recuerdos son de todos, pero no son igual para todos. Para unos son “alucinaciones retrospectivas” y para otros pesadillas. Nada positivo para ninguno de ellos.
En ese contexto también cobra importancia lo que denomina el fantasma de “los primeros fundadores”, que Eugène Enriquez describe gráficamente como: “el fantasma aquel de los primeros fundadores y de la envoltura mítica que han forjado, permitiendo así la fundación del grupo y una mística sacramental”.
Las funciones de este fantasma serían:
1. Expresar que en el tiempo primordial, en el origen, existía un grupo cohesionado, sin problemas internos, puesto que estaba movido por un ideal coherente, apareciendo un sentimiento de culpabilidad entre los nuevos que no logran mostrarse dignos de tales ancestros ni tales ideales; 2. Mantener el poder de los fundadores, que están presentes todavía en el grupo; 3. No cuestionar el proyecto inicial, que si fuera examinado cuidadosamente, mostraría las fallas e inconsistencias que presentaba desde la génesis y que son el origen de muchas de las dificultades actuales; 4. Fomentar las historias, las leyendas, las contra-verdades, los rumores más locos que atestiguan, por una parte la presencia subterránea de una escena primitiva insoportable reproducida con añadiduras de carácter dramático, y por otra parte la perpetuación de una serie de crímenes diversos que pasaron en el silencio.
Con todo este asunto de la memoria histórica se me antoja que pasa algo parecido a la teorización de Correale. La memoria histórica está deviniendo en una especia de hipertrofia de la memoria con todas las connotaciones antes referidas.
Asocié estos comentarios al calentón de la reaparecida Cristina Almeida —hacía un mucho tiempo que no sabía nada de ella— en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, manifestando su deseo más íntimo de prenderle fuego al stand del Corte Inglés dónde se apilan los libros de Pio Moa o César Vidal.
El colofón de estas cosas siempre suele acabar en una pirolibris, —¡Qué manía con los libros! ¡Que fatiga de historia redundante!—. Es desalentador ver cómo progresistas de toda la vida caen —hablando de la historia y sus diferentes narrativas— en ilusiones de bárbaros entrando en la biblioteca de Alejandría, grandes timoneles incendiarios, o jóvenes nazis atizando candela a Marx y Freud.
Es cansino para la mayoría de ciudadanos nacidos en la Constitución, ver a los históricos de la izquierda del sesenta y ocho actuar como los “fantasmas fundadores” de Correale.
Al final va a tener razón Carlos Luis Rodríguez cuando escribe: “La peor condena del dictador en el más allá es ver cómo España camina sola, sin despedazarse, con libertad y enterrando su régimen en el olvido. No es este nostálgico antifranquismo el que mejor se enfrenta a la memoria de Franco, sino el desprecio que supone su olvido”.
Ahí coincide con Rouco Varela. Eso es lo malo.
Luis Ferrer es jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago