La Voz de Galicia
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Hay quienes ven en la elección de Obama algo de apocalíptico y otros de esperanza —La osadía de la esperanza, así se titula el último libro de Barak Obama—.
De acuerdo con Nostradamus, después de Juan Pablo II vendría un Papa Negro y finalmente el Apocalipsis, hay quienes ven en la figura del nuevo presidente de USA la del vaticinado Papa.
Pero en palabras del actual, Joseph Ratzinger —nada sospechoso de tener en cuenta las conjeturas de Nostradamus—: “Sería un signo positivo para la cristiandad que el próximo Papa fuera africano”, lo que ya ha comenzado a producir extraordinarios efectos en la Iglesia de ese país: “La Iglesia está preparada para elegir a un Papa de color”, afirmó al diario La Stampa el presidente de la Conferencia Episcopal norteamericana, el arzobispo de Atlanta, Wilton Gregory, el primer negro que ocupa tan alto cargo.
Sea lo que fuere, lo cierto es que no es tanta casualidad como parece el hecho de que la elección de Obama como rey de reyes haya coincidido con una de las mayores crisis que hemos vivido.
Son dos hechos que vienen a balizar de alguna manera el cambio de época en que estamos: el fin de la posmodernidad.
Hay muchos más indicadores al respecto. Los señores banqueros reivindican la necesidad de volver a los valores y maneras propios de la banca de siempre. Los profesores se sienten amenazados por los padres de los alumnos y lanzan a debate la siguiente pregunta: ¿En qué consiste la autoridad? Obama reivindica el valor del esfuerzo y el trabajo como receta para salir de la crisis, y hasta el desgarbado Julio Salinas hace lo propio reivindicando la misma fórmula para ganar en el Mira quien baila.
La falta de valores y el derrumbe de la autoridad propias de la posmodernidad está siendo contestada. Por fin parece que estamos queriendo poner punto final a una época cuyos experimentos de civilización han resultado poco exitosos en muchos aspectos. Ahora, lo que toca, es diseñar nuevos proyectos para ensayar una nueva época y para eso están reunidos los príncipes del planeta en Washington.
No sabemos en qué acabará, pero es indudable que saldrá algo nuevo cimentado en lo mejor de lo viejo. Cualquier otra cosa daría la razón a Nostredamus y sería una Apocalipsis.
El respaldo abrumador que a nivel mundial se ha dado al Presidente Negro, y el beneplácito de la Iglesia hacia un futuro Papa del mismo color, es un signo de que lo que viene comienza con la superación de una de las más primitivas lacras de la convivencia humana: el racismo. Y eso ya es mucho.
Que la Iglesia, los banqueros y los príncipes hagan suya la virtud del cambio de color, es también un signo de que ha llegado el momento en que hay que pasar a la acción y cambiar el mundo. Sólo hacía falta un líder carismático que afirmara: Yes, we can, y ya lo tenemos.
El atreverse a plantarle cara al mono dominante es una osadía que abre las puertas de la esperanza a todos los demás monos jóvenes del grupo. La cara y actitud de Bush en estas últimas semanas tienen mucho de mono destronado, igual que los movimientos de muchos monos jóvenes delatan su inquietud por pillar el plátano y la hembra.
La cuestión está en si Obama será capaz de poner orden en toda esa tropa sin que tenga que enseñar demasiado los dientes. O si habrá algún matasiete que pretenda morderle y hacerle daño.
Estamos apostando entre el Apocalipsis o la osadía de la esperanza.
A nivel persona—y viendo al resto de la tribu— creo que no hay color.
Yes, we can.
Jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela