La Voz de Galicia
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Es una historia fascinante, un verdadero best seller, un thriller culinario.
Imagínense una trama en la que Paul Beaucusse —el prestigioso chef suizo padre de la nouvelle cuisine y de la más sublime lubina al hojaldre que se pueda degustar—, urde desde su restaurante de Lyon la siguiente intriga: escribir un libro sobre todos los restaurantes poseedores de las tres estrellas Michelin, para desenmascarar algunos impostores y, sobre todo, encontrar argumentos que desprestigien a uno de sus más odiados adversarios, Ferran Adriá, al que nunca reconoció su genio y quien le arrebató el título de mejor cocinero del mundo.
Para ello se sirve de un compatriota gastrónomo de absoluta confianza a quien encarga la recogida de información y financia el periplo de espionaje gastronómico.
La historia va desarrollándose de ciudad en ciudad y de restaurante en restaurante galardonado con la gloria de las tres estrellas Michelín colgadas en sus vestíbulos. Ni la mejor novela de Vázquez Montalban podría describir de manera tan sugestiva la sinfonía de platos, espacios y personajes relacionados con el mundo de la gastronomía, amén de proporcionar al lector una nada despreciable información sobre qué, dónde y con quién comer la mejor cocina del mundo.
Podría descubrirnos los recovecos desconocidos de la personalidad de Jesús Mari Arzak, Carmen Ruscadella, Martín Berasategui… al mismo tiempo que los propios de San Sebastián, Sant Pau de Mar, Lasarte… y las alquimias del huevo a la gallina, el suquet de peixe o la sanguina y manzana verde con arena de aceituna negra y escamas saladas.
De templo en templo gastronómico, hasta llegar al Can Faves de Sant Celoni y el decisivo encuentro con Santi Santamaría, que le revelaría el secreto de cómo conseguir la textura de la papada de cerdo con caviar iraní sobre lecho de puré de patatas, a cambio de integrarse en la intriga contra Adriá —a la sazón también su odiado enemigo—.
No parece casualidad que justo el día siguiente a su encuentro con Santamaría, el gastrónomo reserva mesa en el Bulli. Allí demanda un menú de doscientos ochenta euros y se dispone a tomar las notas correspondientes para ilustrar el libro y argumentar la defenestración del chef catalán.
Durante la comida es abordado por una hermosa periodista de La Vanguardia con la que entabla una animada conversación. Al encarar el último tramo de la degustación y a solicitud de la mujer, el gastrónomo abandona la sala para ir en busca de una tarjeta con la que sellar la relación con la dama. Y… ya no regresó.
Tras un primer rastreo por los alrededores de la cala dónde se ubica el Bulli deciden dar parte a la policía que —junto con la Interpol—comienza la búsqueda del desaparecido.
Durante varios días se peina la zona por tierra, mar y aire sin encontrar rastro del espía.
Aquí podría darse a entender al lector que ha sido el propio Ferran Adriá quien, alertado por la periodista de quien era amante, decide abortar la emboscada deshaciéndose del espía gastronómico, bien dándole matarile o envenenándolo con una lecitina mortal inyectada en sus esferas de aceite virgen.
Quizás un detective del perfil del Carvalho montalbanesco podría hacerse cargo del caso elevando la investigación a la categoría de joya de la novela negra culinaria.
Pero no se hagan ilusiones, la realidad no siempre supera a la ficción y, en este caso, el desenlace de la historia verdadera no ha sido más que la de un miserable gastrónomo suizo pufento y estirado, capaz de todo con tal de no pagar la minuta.
¡Pena de best seller!