La Voz de Galicia
Seleccionar página

Por Luis Ferrer i Balsebre

Decidimos darle un respiro higiénico a la convivencia y ella se fue a Castilla y yo me fui a la ría de Noia dispuesto a pasar un fin de semana autista.
Solo, con el iPod cargado hasta el último megabite de Mozart, Jan Garbarek y Fito y los fitipaldis; la autobiografía de Stefan Zweig y el último ensayo de Víctor Gómez Pin.
Apetecía el plan con la glotonería de una excitante cita. Llevaba tiempo sin quedar conmigo mismo.
Solo, en silencio, oliendo el mar, revolcándome en mis pensamientos “como un lirón en un cesto jugando con un merengue” —que diría Quessada—.
El móvil apagado, sin tele, con la luna llena y el sillón de lectura perfectamente engrasado. Un fin de semana para dormitar, leer escuchando música y cocinar para mí solo.
Le di gas a la moto estrenando la nueva autovía que muere en Brión, llegué al mercado de Noia y brujuleé unos tomates raff, un sargo de ración, medio de berberechos, otro tanto de jurelitos; pan y un poco de queso San Simón —esa joya ahumada de Galicia que supera al mejor parmesano—, y llegué a media tarde, cuando el sol en la ría se desangra en mil colores apuñalado por el monte Louro.
Paseando con Garbarek por el puerto me dio por esos juegos mentales que de cuando en cuando nos avasallan, ésos que nos obligan a rebuscar en las referencias familiares para poder ubicarnos y ubicar a los demás: cuando tenía la edad de Bardem ¿yo qué estaba haciendo?, ¿qué con la edad de Zapatero? Cuando mi padre tenía mi edad ¿qué hacía?, ¿qué recuerdos tengo yo de esa época?… ¿Cuántos años tenía yo cuando…?
Es como si para poder ubicarse uno mismo necesitase ubicar a los demás, un ejercicio mental necesario para lograr adaptar el tiempo psíquico al biológico.
Devoré las memorias de Zweig y me quedé aturdido leyendo el relato de un hombre que vivió tres mundos. Un relato lúcido, honesto, apasionante y estremecedor que me trae a la mente demasiadas analogías. Me decepciona ver que nada cambia, que el viejo instinto de muerte y destrucción sigue vivo, que en esta rancia Europa siempre hubo —y siempre habrá— un Kosovo. Me fastidia tenerle que dar la razón a Freud tanto como le fastidiaría a Solbes tener que dársela a Pizarro, pero no queda más remedio, las pruebas son irrefutables.
Alivio el mal cuerpo horneando el sargo a la espalda espolvoreado con un poco de sal y pan rallado provenzal. Doce minutos, lo que tardo en preparar el sofrito de ajo, cayena, vinagre y pimentón de la Vera. Me siento a la mesa con Fito y lo compartimos con tomates crudos bautizados con aceite de albahaca. Nunca prescindo del cava en estos momentos.
La mañana siguiente desperté con las sirenas de la lonja y —aún de noche— me regalo un paseo por la playa de Coira espiando el amanecer. Y me viene a la cabeza lo estúpido que resulta viendo aquello, acordarse del la guía masturbatoria para niños de diez años de la Generalitat, las aventura de Gaspi Llamazares en Second Life, el ultraortodoxo judío que le echa la culpa de los terremotos a los gays y la niña huerfanita de Rajoy. ¡Qué pérdida de tiempo cuando tienes de frente al monte Iroite y Enza bostezando la mañana entre sábanas de piedra!
Descargada la energía suficiente durante el paseo, me ducho y me apalanco Entre lobos y autómatas de Gomez Pin. Al sentir el apetito del almuerzo ya estaba completamente de acuerdo con la tesis del autor sobre la abusiva humanización de las máquinas y la excesiva igualación de los animales al hombre. A Pin le irrita que esto sea así y da razonamientos lúcidos para explicar su cabreo, pero me temo que —nos guste o no—las cosas van por ese camino y deberíamos empezar a pensar más sobre cómo será ese hombre “por-venir”, que argumentar sobre cómo debería ser.
Liquido los jurelitos en escabeche de Jerez después de beberme el Atlántico en medio kilo de berberechos al vapor. De postre, unas obleas de San Simón. La siesta fue memorable.
El mar es una pasión de solitarios como las barras del bar son vertederos de amor. Sólo faltó haber encontrado a Nemo… y una sirena

Luis Ferrer es jefe del Servicio de Psiquiatría del Complexo Hospitalario Juan Canalejo