La Voz de Galicia
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Por Luis Ferrer i Balsebre

La mayoría de la gente tiene una natural propensión a compadecerse del sufrimiento del otro. Lo normal es sentir compasión por el dolor ajeno, sea físico o mental.
La víctima es siempre más simpática que el verdugo porque es la que sufre, la que está sometida, la que carece de posibilidades de defensa…
Saber despertar este sentimiento de compasión es una de las estrategias más antiguas para el control de las relaciones humanas, de ahí el habitual: “No te hagas la víctima conmigo” y “no me das ninguna pena”, o el índice de intentos suicidas de corte manipulativo encaminados a despertar la lástima de la otra persona y con ella su sometimiento.
Cuando la compasión nos paraliza nos convertimos en esclavos del reino del victimato.
Es una cuestión etológica, nosotros —como todos los mamíferos— no atacamos a las crías, ni a los congéneres enfermos o sufrientes. Tenemos el gen de la solidaridad tejido con aminoácidos y palabras que se nos activa automáticamente frente a esas imágenes. Cuando se enciende, desata un sentimiento de solidaridad que bloquea cualquier conducta agresiva o de confrontación.
A nivel práctico se puede ver cómo el ganador de la primera edición de OT —¿hubo otras?— fue Rosa que, a parte de una voz preciosa, lucía una obesidad premórbida y un problema de dicción zarabeto; fiel al victimato, el público votó por ella frente a quienes verdaderamente eran artistas como Bisbal y Chenoa. En el concurso análogo del Reino Unido, un tenor ciego ha grabado incluso antes de ganar.
Betty la fea es la telenovela de más éxito y su hilo conductor es la penita que da la pobre Betty. Las mujeres estupendas, están operadas y no pueden ser listas —ya se sabe—.
El pez pequeño siempre goza de más simpatías que el grande. Nemo es bueno y Moby Dick, una malvada.
Media España le da palmaditas a Gallardón porque hace pucheros y la otra media pone verde a Esperanza Aguirre que al parecer tiene clips en vez de vello púbico.
Teniendo en cuenta el poder del victimato, que tenga cuidado Pizarro saliendo tan sobrao y con ese ímpetu de toriles, porque el bonachón de Solbes le puede hacer una faena de capote de las de levantar al personal, con sólo poner carita de angelote y hablar bajito.
Esta legislatura ha tenido mucho de victimato. La oposición se ha obcecado tanto en atacar y acosar al contrario, que al Gobierno le ha sido muy fácil ganarse la compasión de mucha gente por tener que aguantar tantas andanadas. ¿Quién puede no querer a Bambi? ¿Quién puede no odiar al cazador que mató a su madre?
Las víctimas del terrorismo son otro colectivo incómodo merced al victimato que hace que cualquier enfrentamiento con ellos sea impertinente, bloqueando al gobierno que se muestra atrapado entre solidarizarse con la compasión que generan o atacarles por el entorpecimiento que suponen para sus planes políticos.
Y es que el corazón tiene razones que la razón no entiende, y no es habitual que la gente tenga en consideración el talento de Bisbal frente al severo plan de adelgazamiento de la Rosa de España; o que entiendan las razones de Mobi Dick para atacar al psicópata del capitán Ahab, o el esfuerzo y las virtudes de Elsa Pataky para hacerse un hueco en Hollywood más allá de estar como un queso.
Y tampoco nadie se para a pensar en el coraje de Aguirre para poner en solfa a Gallardamsés, o en las renuncias de Pizarro a una vida holgada por ambicionar dirigir la economía del país; ni en las necesidades que tenía el cazador que mató a la mamá de Bambi.
La cuestión está en la dificultad que tenemos para librarnos del victimato, en no despreciar al que llega el último pero tampoco denostar al que llega el primero por méritos propios.
El victimato es la derivada de la erótica del perdedor, de ahí que haya tanta gente que hace gala de sus miserias, padeceres y contratiempos. Eso siempre seduce y en muchas ocasiones da resultado.
La dignidad de la víctima está precisamente en mantenerse altivo y no demandar la compasión del mundo.
Por eso no me gustan los pucheros de Gallardón ni de todos los churimicas que pierden la dignidad buscando el victimato.

Luis Ferrer es jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Hospitalario Juan Canalejo