La Voz de Galicia
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Por Luis Ferrer i Balsebre

No existe demostración empírica ni evidencia científica de que existan los gafes, pero pocos dirán que no conocen alguno. Creo que todo el mundo dispone de un listado particular de tipos gafes que va recopilando a lo largo de la vida, y que cada cual desarrolla sus propias técnicas para evitarlos sin necesidad de leer el texto clásico de Ian Worthy: Gafes, pájaros de mal agüero: cómo detectarlos y protegernos de ellos.
El gafe es la versión inocente del mal de ojo. Este, el meigallo, es una cosa más seria porque implica la voluntad malsana de hacerte la cusqui. El gafe es otra cosa, se trata de gente que sin saberlo ni quererlo, va repartiendo malas vibraciones por donde quiera que va. Además, tienen la peculiaridad de que el mal fario nunca les afecta a ellos, sino a los de su alrededor. En ese sentido tienen algo de tierno y disculpable, pero conviene no arrimarse mucho.
Personalmente he conocido grandes gafes, alguno de ellos fue el factor común de varios óbitos
accidentales sin que jamás se planteara la posibilidad de que en la funesta suerte su acompañante tuviera algo que ver con él, incluso llegó a exclamar: ¡Aquí debe de haber un gafe!, ante la mirada boquiabierta del resto de los amigos que jamás nos atrevimos a apuñalarlo con un afilado: ¡Eres tú, mamón!
El caso es que estos días se está hablando mucho de gafes ante la posibilidad de que el bueno de Zapatero sea uno de ellos y, la verdad, sospechas no faltan. No es muy normal que siempre que se estira con una apuesta por alguien, el homenajeado acabe hundido como le pasó a Kerry, Segolène, Atur Mas, Imaz, Otegui, Sebastián, Lopez Aguilar, Fernando Puras o Schröeber… ¡yu-yu, yu-yu!
Parece que las filas socialistas son más fértiles a la hora de producir personajes sospechosos de ser gafes que las del PP. El caso de Yañez y el hundimiento de la Carabela en la Expo fue paradigmático, pero también Fernando Morán se ganó una ristra de chistes a costa de su mal fario. Será que los del PP son tan sosos que no dan para muchos chistes, no sé, pero debe ser por algo.
Lo cierto es que a mucha gente le produjo un cierto arrepío ver al presidente en el palco de la final de basket, y para algunos no cupo la menor duda de que algo tuvieron que ver las cejas circunflejas de Zapatero con la extraña parábola que describió el último y definitivo lanzamiento de Gasol.
Seguro que son supercherías más o menos malintencionadas, pero la fama de gafe o talismán no se la gana uno porque sí, sino a base de ¿coincidencias? Miren si no al Rey, cuya presencia es invocada en los más altos eventos deportivos simplemente porque las veces que le hemos visto en el palco la cosa salió bien. Serán coincidencias, digo, pero cuando se pone en marcha el pensamiento mágico-primitivo del personal siempre es por algo.
Visto lo visto después del desastre del baloncesto, no sé si el pueblo será capaz de entusiasmarse con las últimas apuestas del presidente. El momento es delicado, porque a pocos meses de las elecciones y con el mosqueo que late entre la gente, sería conveniente que se afanase en que la traca de millones prometida de forma tan entusiasta en este final de legislatura no se vaya al tacho por las malas vibraciones.
A ver si por una gafada la cosa se va a quedar en la casa de tócame Chaves, los hijos del baby money o los dientes de la Bernarda. Lagarto, lagarto.

Luis Ferrer es jefe del Servicio
de Psiquiatría del Complexo
Hospitalario Juan Canalejo