En julio se cumplen diez años de la puesta en marcha por el Gobierno de Zapatero del carné por puntos, un sistema de sanciones que vino a revolucionar la forma de entender el tráfico y que creo que contribuyó a transformar el comportamiento al volante de millones de conductores. Creo que el permiso por puntos ha sido decisivo en la reducción del número de accidentes y de muertes en la carretera (en Galicia, 185 muertos menos desde entonces). También han influido la masiva implantación de radares fijos, el endurecimiento de las penas contra los delitos de seguridad vial y los controles darios de alcohol y drogas por parte de la Guardia Civil de Tráfico. Pero creo que la clave de todo fue la decisión de introducir el tráfico en el debate político, de hablar de los accidentes buscando soluciones y demostrándole a los conductores que era posible disminuir la tragedia porque la seguridad vial era una cosa de todos. Pero hace tiempo que el tráfico se ha descolgado de ese debate político. Volvemos a acercarnos peligrosamente a la resignación. Mucho antes del carné por puntos, en un momento de muertos cada fin de semana en Galicia, le pregunté a un director general de Tráfico que visitaba Lugo si había que tomar alguna medida ante tanta muerte. Su respuesta fue que los gallegos éramos buenos conductores porque estábamos
acostumbrados a las dificultades al tener muchas curvas y mucha lluvia. Y regresó a Madrid.