La Voz de Galicia
Curiosidades y anécdotas de viajes.
Seleccionar página

Santa Marta, Colombia. “Parque Tayrona”

A unos pocos kilómetros de Santa Marta se encuentra el parque Tayrona. Hemos contratado una excursión de día completo para ver la selva colombiana. Me han contado que hay que caminar, pero que no es excesivo el esfuerzo.

Cuando veo a nuestro guía, Alex, me tranquilizo, pasa bastante de los cien kilos y enseguida pienso que, malo será, si él puede, nosotros también.

Pronto me doy cuenta de que este Alex es una fiera, devora camino y cuesta como nada, le tenemos que mandar que aminore un poco, vamos con la lengua de fuera.

Os voy a poner un poco en situación, unos treinta y cinco grados aproximadamente y mucha, muchísima humedad, pantalón y camisa de manga larga, nos han dicho que puede haber mosquitos.

Después de más o menos cuarenta y cinco minutos caminando por la selva, hacemos una paradiña, hay que descansar un poco, el caminos nos ha llevado hacia el borde del mar y hay un mirador en el que corre un poco de brisa. El noruego que nos acompaña y yo reponemos nicotina para nuestros deseosos pulmones, las chicas nada, no fuman. Desde este mirador se divisa el Ecohab un alojamiento con cabañas en un lugar idílico.

Repuestos un poco, continuamos ya con una vegetación diferente, estamos al lado del mar.

Después de otros cuarenta y cinco minutos llegamos a una espectacular playa, inmensa, dan ganas de tirarse al mar allí mismo, si no fuera por el cartel que nos encontramos, es muy peligrosa y aunque sepas nadar está prohibido, hay muchas corrientes.

Alex nos dice que no nos preocupemos, que a un cuarto de hora por la orilla, hay otra playa que tiene un arrecife artificial construido hace muchos años no se sabe cómo, pero que nos permitirá un buen baño.

Llegamos y, parece que estamos en la Digue, en Seychelles, la playa es muy parecida a las de esta isla del Índico, el agua está de vicio.

Después de un par de horas de baño, sol y más baño, regresamos unos quince minutos por la orilla de la playa salvaje hacia un sencillo restaurante. Comemos y, llega el momento de ponernos de nuevo las botas, los pantalones y la camisa. En el mismo momento de vestirnos estamos ya empapados, pero hay que regresar, Alex dice que la vuelta es más corta.

No os lo podéis imaginar, por eso pongo una foto, estoy como si me hubiera duchado vestido. He estado en muchos países de mucho calor y humedad tipo India o Camboya, pero en estos países era bajarte del coche a ver un templo y luego regresar al aire acondicionado corriendo. Aquí hay que sudar la camisa.

Pero, al final de todo, merece la pena, nos vamos encantados y con algún kilo de menos.