La Voz de Galicia
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Asuán, Egipto. “La inventiva de los egipcios y la astucia de los chinos”

Por cierto, en este lugar los guías mienten piadosamente a los clientes. Dependiendo de la fecha, la temperatura puede alcanzar en este sitio, los cincuenta y cnco grados. Siempre te dicen que hay treinta y cinco, si no mienten, no se baja nadie del bus

Cerca de Asuán, hacia el norte, reposando en una cantera se encuentra el denominado “Obelisco inacabado”. Se quedó así, tumbado, porque se les rompió durante su construcción y, ya no tenía remedio. Iba a ser, la construcción en piedra de un solo bloque, más grande del mundo.

Se comenzó a construir hace más de tres mil años y su altura sería, cuando se acabase, de 42 metros, pesando la friolera de 1.216 toneladas.

La curiosidad de este tema es que cuando le pregunto al guía que cómo lo desplazaban hacia el lugar de su instalación en el año aproximado del 800 a c me comenta lo siguiente:

Mira Fran, se llevaba arrastrándolo, con la ayuda de cientos de animales, hacia la orilla del río. Se instalaba justo al lado de la costa, paralelo a esta y, luego se escarbaba debajo hasta hacer el espacio suficiente para poner debajo un barco.

Lástima, después de varios años de trabajo y de muchos exclavos muertos en el intento, va y se les rompe.

Hasta ahí vale. Pero ¿Cómo lo subían al barco?

No lo subían al barco, esperaban a las brutales crecidas del río y, con mucho tiento y habilidad, colocaban el barco de forma que el obelisco encima de él, flotara y así lo podían desplazar por el río hasta el lugar de su emplazamiento.

Por mucho que lo intento, no me da la imaginación para ver cientos de camellos arrastrando este mastodonte y menos, que una vez subido al barco, éste no zozobrara...

Walid, ¿alguien se ha puesto a bucear para ver cuántos obeliscos hay en el fondo del río?

Seguro que más de uno pero, por la cuenta que les tenía, procuraban hacer bien todos los cálculos pues el trabajo de varios años de construcción del obelisco y su traslado, se podía ir al traste en unos minutos con tan solo el fallo de un par de centímetros en el cálculo.

Impresionante, cuando no hay medios, todo se supera con inventiva. Este tema me recordó otra cosa similar en China. En Pekín, parte del templo del cielo, está compuesta por unas losas de piedra de varias toneladas de  peso y, allí, son los guías los que te preguntan.

Estas piedras venían de unas canteras situadas a más de seiscientos kilómetros, ¿Cómo crees que las traían hasta aquí en aquella época?

La respuesta, salvo que la sepas o la hayas leído, no se te ocurre ni de broma.

Para no dejaros con la intriga os  escribo la respuesta de mi guía en Pekín:

Se construyó una especie de camino de seiscientos kilómetros, bien nivelado para no tener que remontar desniveles. Cada quinientos metros de hicieron también unos pozos que se llenaron de agua. Al llegar el invierno se encharcaba de agua el camino y, la propia temperatura gélida de esta estación, congelaba los caminos. Una vez disponible la “autopista de hielo” bastaba con un par de caballos y varios operarios para moverlos sin problemas.

Curioso ¿verdad?