La Voz de Galicia
Curiosidades y anécdotas de viajes.
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 En Sudáfrica hay al menos dos tipos de reservas. Los parques nacionales, estilo Kruger, o las reservas privadas. Como muy bien dice la palabra «privada», estas reservas tienen dueño. Esto significa que tienes mucha más libertad en estos parques, dependes de la osadía del chofer que te lleva.

 Los jeeps en Sudáfrica son descubiertos y llevan un ojeador sentado en una silla en la parte delantera del coche. En cuanto aparece un felino, el ojeador, se mete a bordo del jeep, no quiere ser comida fácil.

 

 No sé si es que nuestro ojeador era un fiera, pero en dos días vimos tres leopardos, incluso uno de ellos de noche. Yo había ya hecho múltiples safaris en Kenya y Tanzania y, había visto algún leopardo, pero a la distancia, a unos treinta o cuarenta metros, subidos a un árbol o tomando el sol encima de una roca.

 

Al contrario que en los parques nacionales en los que no te puedes salir de la carretera, en esta reserva privada, nuestro chofer siguió campo a través durante más de veinticinco minutos a este leopardo que, pasaba olímpicamente de nosotros. A este en concreto, creo que le llamaban «Pata blanca”, por el tono más blanco de su mano izquierda. Arbustos, matorrales y maleza no fueron obstáculo para nuestro avezado chofer.

 

Ya de noche, volviendo hacia nuestro hotel, el chofer pega un frenazo, nuestro ojeador, armado con un potente foco ha descubierto un nuevo leopardo, y a más de cincuenta metros. 

Lo curioso es que se nos acerca directamente, poco a poco, nuestro ojeador pasa inmediatamente al interior del jeep, que de todas maneras es descubierto. Algunos de mis compañeros se asustan un poco. Yo mismo, cuando lo tengo a pocos metros le pregunto al chofer si puedo hacerle una foto, le voy a mandar un flashazo a menos de un metro y no las tengo todas conmigo, de un zarpazo me pone a tierra como nada. Me dice que no me preocupe, que nosotros, el conjunto de jeep y personas, para los animales somos como un bulto sospechoso, pero que nunca les ha dado problemas, así que ya están acostumbrados. El canguelo no me lo quita nadie, pero disparo… 

Al día siguiente sobre las cinco y media de la mañana, salimos bien abrigados, nos han dado mantas y una bolsa de agua caliente para las lumbares. Es posible que cuando sales haya siete grados y al regresar al mediodía veintisiete. Ya sabéis tipo cebolla, sacando capas según la necesidad. 

Aún estábamos un poco atolondrados cuando, increíble, un tercer leopardo, para nosotros solos, y este aún encima, se gusta, posa y lo tenemos a disposición casi media hora. Las cámaras de fotos no son cámaras, son metralletas, disparan sin cesar. 

Lo seguimos mientras que esperamos al otro jeep de la expedición, cuando ven algo interesante, se comunican por radio. Siguiéndolo nos damos cuenta de lo bien que se mimetiza este animal con el paisaje. 

Si no llevásemos un experto ojeador, seguro que para nosotros pasaría desapercibido. 

Después de unas horas un reconstituyente café y unas pastas en un lugar seguro.