La Voz de Galicia
Políticamente, solo se puede ganar o morir
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Alberto Núñez Feijoo no agotará la legislatura. Llamará a los gallegos a las urnas autonómicas para el 21 de octubre.
Ese mismo día también votarán los vascos en unas elecciones también marcadas por la crisis, pero convocadas en una situación política muy diferente: el lendakari gobierna en minoría y ha perdido el fundamental apoyo del PP vasco. En Galicia los populares tienen mayoría absoluta, pero temen al draconiano 2013, al desgaste que precipitan los recortes de Moncloa, al creciente hartazgo del país, a las consecuencias de tres años y medio de políticas de austeridad y a la grandísima erosión que aceleraría la aprobación de un presupuesto súper restrictivo para el próximo ejercicio. Como siempre, se habla de motivos técnicos. Como siempre, las razones son políticas. Y partidarias.
Por estas razones acude Galicia a las urnas en octubre. Y por otras, también muy importantes: el PSdeG no tiene tiempo para hacer las proyectadas primarias para elegir al mejor candidato –Pachi Vázquez será sí o sí cabeza de cartel, y lo celebra-; el BNG sí tiene un candidato, Francisco Jorquera, pero ha sufrido varias escisiones y ya no es la casa común del nacionalismo. Esas nuevas formaciones aún no han consolidado sus proyectos y su presencia en campaña aún está rodeada de muchas incógnitas. También el plan de Esquerda Unida de crear una Syriza a la gallega deberá resolverse pronto. Hay otros partidos en liza, pero salvo sorpresa mayúscula no lograrán salvar la barrera que en su día impuso Fraga para alcanzar uno de los 75 escaños a repartir (no hay tiempo para reducciones): el 5% de los votos válidos en una circunscripción.
Aunque habrá que estar muy atentos a posibles alianzas, Parece difícil que se rompa el tripartidismo tradicional en la política gallega. Aún así, habrá emoción. El factor crisis y el descrédito de la política pueden provocar movimientos poco predecibles en el Electorado. Y no está de más recordar que las dos últimas autonómicas celebradas en Galicia el triunfo -el Gobierno de la Xunta- se decidió por un solo escaño. Todos los votos contarán. También los de ultramar. Los emigrantes y sus descendientes suponen un porcentaje elevado del censo electoral. Y suelen respaldar -con un procedimiento para emitir su sufragio sembrado de trampas- siempre a quién gobierna en Moncloa.