La Voz de Galicia
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Los Jardines de Majorelle, Marrakech. Marruecos
Por Fran Raposo

Hace dos de años hice un viaje a Marruecos. Aunque ya había estado anteriormente un par de veces, hacía ya mucho tiempo de esto y me apetecía volver. Además está, como quien dice, ahí al lado.

Frente al alminar de la Kutubía.

Entramos por Marrakech. Era el mes de junio y el calor para uno del norte como yo, se hacía notar. Fijaros que, llevo un foulard, me lo tuve que comprar para tapar en cuello, mi parte más sensible al sol. Dicen que: ¡Lo que tapa el frío, tapa el calor! y las quemaduras.


Dentro de las visitas que teníamos contratadas, estaba la de los Jardines de Majorelle, habitual entre otras en esta ciudad.
La visita resultó muy interesante y refrescante puesto que, al haber tanta vegetación, se sentía un poco de fresquito.


El pintor francés Jacques Majorelle, según me cuenta nuestro guía, se fue a vivir a Marrakech en el 1919. Años después, se compró una finquita y se hizo un chalet, creo según mis notas diez años después. Como era un enamorado de la botánica instaló alrededor todo tipo de plantas, vegetación, fuentes y estanques. Es tan frondoso que hasta es difícil que te dé el sol, lo que se agradece y mucho en esta ciudad.


Hay de todo, cactus, palmeras, buganvillas, nenúfares, cocoteros, palmeras, bananos, bambús, estanques, fuentes… plantas de todos los continentes y varias especies de pájaros. La verdad es que cuando atraviesas la puerta de entrada parece que te trasladas a otro lugar.


A finales de los años cuarenta, lo abrió al público. Quince años después se vuelve a Francia y el jardín queda abandonado.

Casi veinte años después, en el ochenta lo compra Ives Saint Laurent y su pareja Pierre Bergé. Lo recuperan de su abandono, aumentan mucho las especies vegetales, se instalan en la parte alta de la casa y convierten el taller de pintura de la planta baja en un museo de arte bereber con cantidad de obras que tenían en propiedad.

Refrescante e interesante visita.

© Fotografías propiedad de Fran Raposo. Prohibida su reproducción.

Por Fran فوكس