La Voz de Galicia
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Sitio arqueológico de Ollantaytambo, Urubamba. Perú.
Por Fran Raposo

A unos sesenta y tantos kilómetros de Cusco, se encuentra este espectacular Parque Arqueológico. Fue construido durante el reinado del Inca Pachacutec, en quechua Pacha Kutiy Inga Yupanki que era hijo de Huiracocha o Viracocha.


Consta de un poblado (Tambo) de unas quince manzanas de casas con su plaza principal y el propio Templo del Sol. El templo era una especie de fortaleza defensiva que por su ubicación privilegiada permitía dominar el Valle Sagrado de los Incas.


Nuestro guía, para animarnos, nos dijo que esta subida era un “entrenamiento” para al día siguiente hacer el Machu Picchu. Consta de ciento cincuenta escalones y unas cuantas terrazas en las que hay instalados unos bancos para ir descansando durante la ascensión. Se encuentra situado a casi 2.800 msnm.


Lo malo es que veníamos de hacer una abundante comida en un fantástico restaurante con un espectacular bufet y prestaba más una siesta que este esforzado ascenso. Aunque pensaréis que, ciento cincuenta escalones, no es para tanto, hay que contar que se arranca de 2.800 msnm. Estuve a muy poco de quedarme abajo. Como se ve en la foto al final lo hice no con poco esfuerzo, pero al final siempre vale la pena.


La verdad es que es increíble que en el siglo XIV se hiciera esta construcción. Todas las piedras están talladas a mano y encajan perfectamente entre sí. En el Machu Picchu las piedras que se emplearon para su construcción a estaban todas en la zona, no hubo que transportarlas desde otro lugar. Pero estas, que son una especie de granito rosa, venían de una cantera situada a más de cuatro kilómetros del lugar y encima del otro lado del río.

Según nos contó nuestro guía, para desplazarlas emplearon una especie de rodillos de piedra que situaban debajo de estas. Para moverlas utilizaban cuerdas de cuero, palancas, poleas y eso sí, la fuerza animal de los camélidos americanos. Supongo que Llamas y Alpacas que son los domésticos. Debemos de entender que, en la época aún no había burros ni caballos, que fueron llevados a América por los españoles. Además de estos animales casi seguro que, miles de personas.

Hay que entender que en lo alto del templo hay piedras de más de cuarenta toneladas, encajadas como se ve en la foto con precisión milimétrica.
El trámite era sencillo, sacarlas de la cantera en lo alto de una montaña, bajarlas, cruzar un río y subirlas hasta lo alto del templo, casi nada. Le pregunté al guía lo de cruzar el río Vilcanota con una piedra de cuarenta toneladas y me contó que, habían hecho unos canales por los que desviaban el agua y dejaban el río seco y así ya podían cruzarlas.
No obstante por el camino hay decenas de piedras abandonadas a las que llaman “piedras cansadas”, supongo que las abandonaban después de muchos intentos de transportarlas sin éxito.
El Templo contaba además de abundante agua, con un sistema que permitía inundar el valle en caso de necesidad para la defensa. Este sistema lo probó hermano de Pizarro que, después de derrotar en Cusco al emperador Inca Manco lo persiguió hasta esta fortaleza en donde estaba atrincherado. El sisma funcionó perfectamente y los españoles se tuvieron que retirar y desistir del asedio.

En el camino entre el restaurante y la ciudad, vimos este alojamiento que considero estrafalario. Se trata de un hotel «colgante» a más de cuatrocientos metros de altura. Hace falta tener muchas ganas, no solo por la ascenión que se hace por la pared en una escalera a base de hierros clavados en la roca, sino también por el precio que ronda los trescientos dolares por persona y noche. Además el alojamiento es colectivo con cama para cuatro en cada cápsula. Eso sí, tiene baño.


Después de la visita de este lugar arqueológico, como ya os conté en una anterior entrada, disfrutamos de la fiesta del ciento cuarenta y cinco aniversario de la fundación del ayuntamiento.


Al día siguiente, desde la estación de esta ciudad, tomamos el tren con destino a Machu Picchu. Solo se puede llegar por tren, no hay carretera, son unos cuarenta kilómetros que trascurren casi todos junto al río Vilcanota.

Por Fran Atuq

© Fotografías propiedad de Fran Raposo. Prohibida su reproducción.