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“El Vasa, Estocolmo. Un museo para un barco que solo navegó veinte minutos”

Por Fran Raposo delegado comercial de Europamundo Vacaciones

Parece difícil de entender, que se le haga un museo a uno de los barcos que menos navegó de la historia. Una especie de oda a la ineptitud Real y me explico.

A principios del siglo XVII reinaba en Suecia, Gustavo Adolfo II. El país luchaba con Polonia dentro de la Guerra de los treinta años. La flota sueca estaba en malas condiciones y el Rey encargó cuatro barcos a sus astilleros, dos grandes y dos más pequeños.

Los grandes uno sería el Vasa y el otro el Tres Coronas. El Rey pretendía que fuesen los más grandes y los mejor armados del momento.

La construcción del Vasa comenzó en 1626 y duró algo más de dos años. A partir de aquí hay muchas teorías sobre lo sucedido. Yo voy a relatar la que en mi visita me ha contado mi guía.

Frente al Vasa

El barco ya estaba casi terminado, pero en una prospección, al Rey le debió parecer poco la fila de cañones que tenía. Mandó que le pusieran una segunda fila de cañones por encima de la otra.

Entiendo que, en este momento, nadie de los astilleros le llevó la contraria. Vamos, que nadie se atrevió a negarle el antojo al Rey. No le explicaron que en esto de la navegación tiene que estar todo muy bien ajustadito, más en un barco de vela.

La nueva fila de cañones incorporó un peso excesivo al barco, descompensó tanto la línea de flotación como la estabilidad del buque. El sobrepeso dejó la primera fila de cañones muy cerca de la línea de flotación con lo que, ante cualquier escora podría entrar agua.

La prueba de navegabilidad del barco fue cancelada por no tener la suficiente estabilidad.

El Rey se puso pesado e insistió en la botadura de su buque insignia, llevaba dos años esperando. El almirante Fleming, consciente de que la línea baja de cañones quedaba muy cerca del agua, ordenó cargar el Vasa con la mitad de lastre necesario. Así al menos no entraría el agua con tanta facilidad.

Ahora vamos a ponernos en situación, 10 de agosto de 1628, la marina real sueca anuncia la botadura del barco más grande y más poderoso del mundo. Miles de personas se desplazan llegadas de todas las zonas del país a las orillas de la bahía para contemplar el mayor acontecimiento de sus vidas y observar la joya de la corona en cuanto a la navegación sueca.

Así debería lucir el barco en su botadura.

El barco zarpa y se mueve suavemente durante unos ochocientos o novecientos metros con sus velas al viento. Al pasar la isla de Sodermalm un suave viento tensó el trapo de este espectacular navío. El poco lastre del barco elevó mucho el centro de gravedad y, además el barco era demasiado alto para su manga.

Solo hizo falta un leve viento para que, el barco se escorara levemente, comenzó a entrar agua por las troneras de los cañones y se hundió. La travesía duró aproximadamente los veinte minutos que le llevó hacer el kilómetro que llegó a navegar.

Me imagino el alborozo y la alegría de los suecos presentes en la botadura al ver semejante navío surcar sus costas y la tremenda decepción a los quince o veinte minutos al verlo hundirse.

El barco es realmente impresionante, casi 70 metros de eslora.

La lástima es que el Rey Gustavo Adolfo II no iba en el barco en su botadura.

 El barco estuvo unos trescientos años sumergido, con la suerte que se hundió en una zona fangosa y la baja temperatura de sus aguas y el estar recubierto de lodo lo conservó en muy buenas condiciones.

En 1956 el arqueólogo Anders Franzes lo encontró. Se tardaron más de seis años en reflotarlo, debería hacerse todo con muchísimo cuidado pues llevaba más de trescientos años bajo el agua. Me contaba nuestra guía que, todos los clavos de hierro del barco tuvieron que ser sacados uno a uno y sus agujeros rellenados.

Maqueta del Vasa

El barco se colocó en un edificio construido para albergarlo y se tardaron muchos años hasta que quedó totalmente seco, se emplearon unos líquidos especiales para que la madera quedase bien protegida y se abrió el museo.

Hoy en día es uno de los museos más frecuentados de Estocolmo. La visita es realmente interesante, el barco es impresionante y el museo ha quedado fantástico. Sus cuatro pisos te dan la opción de ver el barco desde distintas alturas y la verdad es que en la época debía ser para meter miedo.

Nota: Ya se que el gorro que llevo en la foto de cabecera es de Noruega, no de Suecia. 

Por Fran Raposo delegado comercial de Europamundo.

© Fotografías propiedad de Fran Raposo. Prohibida su reproducción.