La Voz de Galicia
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«Hamelín, la ciudad que vive del cuento.”

Este verano he hecho un circuito con Europamundo Vacaciones y, en una etapa que se hace de Colonia a Hannover, es obligatoria la parada en esta pequeña ciudad, Hamelín, Hameln en alemán. Con algo menos de 60.000 habitantes y, bañada por el río Weser, indiscutiblemente esta ciudad “vive del cuento”.

Todos conocemos de nuestra infancia el cuento del Flautista de Hamelín, más tarde inmortalizado por Disney. Pues bien, este pueblo está totalmente dedicado al cuento.

En sus calles principales hay numerosos ratones de metal incrustados entre los adoquines, recordando los problemas que, según nos relata el cuento, en su día tuvieron sus habitantes con estos pequeños roedores.

Según entras en el centro peatonal de la ciudad, lo primero que se ve es la propia casa en donde, dicen, que vivía el flautista. Continuando aparece en medio de la calle la estatua del flautista, la primera foto de esta entrada.

Si continuas caminando por el centro, llegarás a una plaza central. Ahí, todos los días a las 17 horas, un espectáculo nos explica, en alemán, el cuento.

Sobre las 17,30 h. en el edificio colindante se abre una ventana y, sale  también una representación del cuento.

La verdad es que Hamelín es un bonito pueblo típico de la Baja Sajonia y, dar un paseo por sus bonitas calles resulta muy agradable.

Como curiosidad comentaros que, esta ciudad, fue elegida para las ejecuciones de los condenados por crímenes de la humanidad en el juicio de Berguen-Belsen, tras la segunda guerra mundial.

Callejeando por esta pequeña ciudad, entramos a ver una iglesia y, en su interior, este espectacular reloj.

Por supuesto, el cuento, no termina con la bondad que lo hace la película de Disney. En el cuento original, el flautista, elimina los ratones de Hamelín, que seguían embelesados el sonido de su flauta. Como recompensa por ello el alcalde de Hamelín le había prometido cien monedas de oro.

Cuando se vieron libres de los molestos roedores, organizaron una fiesta. Pero no cumplieron con la promesa de entregar las cien monedas. El alcalde consideró que, no debía pagar cien monedas de oro a una persona por, tan solo, tocar la flauta. El flautista se enfadó mucho y salió de nuevo a la calle. Tocó una linda melodía que, sin remedio, hizo que todos los niños le siguieran unidos de la mano. Los llevó a una cueva llena de juegos y caramelos, los metió en ella y, la cueva se cerró.

En el pueblo había un niño cojo que, caminaba con muletas. Llegó tarde a la cueva, pero con el tiempo suficiente para ver qué pasaba con sus amiguitos. Este niño volvió al pueblo para contar a sus habitantes lo sucedido. El pueblo, en bloque, se dirigió a la cueva, pero no pudieron abrirla. Buscaron al flautista, pero nunca más volvieron a verlo. El pueblo se quedó entonces con un solo niño y aprendió que, cuando se promete algo, hay que cumplirlo.

© Fotografías propiedad de Fran Raposo. Prohibida su reproducción.