La Voz de Galicia
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Vietnam, “El día que soñé ser Amancio Ortega”

Habíamos llegado a Vietnam y, como de costumbre, no suelo informarme mucho de lo que hay en el país que voy a visitar. Prefiero que me sorprenda a ir de listillo y saberlo todo.

Lo primero que hago al llegar a un país es cambiar dinero. No suelo llevar nunca moneda local, lo considero absurdo, al único que beneficia es al banco que te lo cambia.  Llevo alguna tarjeta de crédito y euros. También unos cincuenta dólares, pero solo por la experiencia de algún país visitado en donde, para ellos, el dólar y el euro, van a la par.

Como no me gusta que me estafen, llevo los cincuenta dólares en billetes de 10 y, si veo que en alguna tasa turística o algo cobran lo mismo en dólares que en euros, saco los dólares.

Para el resto, siempre euros. Pues bien, va la anécdota. Vamos a una casa de cambio y, pienso, quince días en el país, llevo pensión completa, todo pagado salvo las bebidas y las compras, voy a cambiar 300 euros (seis billetes de cincuenta) y, si necesito más, ya cambiaré en otra ciudad.

La moneda vietnamita es el Dong, y solo usan billetes, la moneda de metal no circula. Pues bien, cambio los 300 euros y cuando me dan los dong, son ocho millones. Sí, han leído bien, ocho millones de Dong’s en 160 billetes de 50.000.

La verdad es que nunca había tenido en mis manos ciento sesenta billetes de ninguna moneda, y menos de 50.000. El fajo de billetes era tan considerable que no lo podía llevar en el bolsillo de ninguna manera.

Al llegar a la habitación, en la cama de 2 m por 2, los coloqué encima de la colcha para ver si por la noche soñaba con ser Amancio Ortega y, se me pegaba algo.

No solo no se me pegó nada sino que, pronto mi gozo se cayó a un pozo, pues un par de cervezas, costaban más o menos uno de los billetes de 50.000 dong, un euro con ochenta aproximadamente, eso sí, de medio litro cada una y en el hotel 5*, en los bares vietnamitas la cuarta parte.  

Al final no necesité cambiar más moneda, el país es baratísimo.