Vuelven las cábalas sobre la fecha de la cita con las urnas en Galicia. ¿Nos tocará votar en febrero? ¿Y si llueve? Antaño se atribuía al clima un fuerte efecto abstencionista. Recuerdo el lema del referéndum sobre el Estatuto de Autonomía, que se celebró en diciembre de 1980: Anque chova vota.
Aquella jornada no llovió, pero la gente tampoco votó. La participación fue bajísima. Apenas una cuarta parte del censo acudió a las urnas. Y durante mucho tiempo se consideró que a los gallegos la política les traía al pairo. Futuras citas electorales rompieron ese mito. Y también el de que la lluvia era decisiva. La participación en las próximas elecciones depende de otros factores, sobre todo de que sean competitivas, de que los ciudadanos aprecien que hay partido, que las elecciones no están decididas ya por la suma de PSOE y BNG, de que le concedan a Alberto Núñez Feijoo esperanzas de alcanzar la Xunta.
Mientras:
Bien, se acercan las elecciones, no sé si lloverá o no, pero espero que el pueblo gallego se manifieste cuanto más mejor. No tengo la suerte de vivir en mi tierra, donde vive mi familia,aunque voy con mucha frecuencia, pero me interesa mucho lo que ahí ocurre. Espero que mis paisanos más que fijarse en las campañas electorales, que siempre nos prometen lo que luego no dan, se fijen en la gestión de estos cuatro años, y en las recientes informaciones que nos dan cuenta de cómo en un momento de crisis profunda en toda España, hay políticos que se dedican a despilfarrar el dinero de todos viviendo con un lujo impropio de esos que en su himno se llaman a sí mismos «famélica legión». También el «desfeito que se está facendo» con esa imposición a veces violenta, de rotular, de estudiar, y de trabajar, exigiendo el gallego, cuando siempre nos hemos entendido indistintamente con los dos idiomas oficiales, español y gallego, sin reprocharnos nada y sin sentirnos mal. Obra de malos políticos con pocas luces ese encrespamiento de hacer una batalla con el idioma.