La Voz de Galicia
Políticamente, solo se puede ganar o morir
Seleccionar página

Era solo cuestión de tiempo y falta la confirmación oficial, el nombramiento, pero Barack Obama será el candidato del Partido Demócrata a la presidencia de los Estados Unidos.

El senador por Illinois ha hecho historia. Es el primer negro que accede a la final electoral por la Casa Blanca. Tiene mucho mérito. Y no solo por el resultado. Lo ha conseguido ilusionando y atrayendo a la política a bolsas de ciudadanos desencantados, en una pugna durísima con otra figura política de primer orden, la ambiciosa, capaz y tenaz Hillary Clinton, que oficialmente aún no se ha rendido.

Hillary lleva meses peleando con todo en su contra. Durante este tiempo ha esgrimido como argumentos que ha logrado más votos que Obama y que ella ha vencido en los Estados que se presumen decisivos durante la carrera final por la Casa Blanca.  Ahora, cuando la victoria de su rival es evidente, los recalca. ¿Por qué? Por su supervivencia política. Ahora propone lo que hace seis meses hubiera rechazado de forma categórica: ser la número dos de Obama, su vicepresidenta.

¿Aceptará el envite? ¿Debería hacerlo? Como siempre, hay que poner en la balanza los pros y los contras. Y los segundos pesan más, mucho más. Hillary posiblemente aportaría muchos votos, pero también provocaría rechazos a una candidatura hasta la fecha integradora. Obama también perdería gran parte de la pureza de su mensaje renovador y . Además, llevaría un número dos con vocación de protagonismo e ínfulas de número uno. Serían una pareja imposible.