La Voz de Galicia
Sobre lo ambientalmente correcto, lo sostenible e insostenible y otras inquietudes acerca del estado del planeta Tierra
Seleccionar página

La prestigiosa Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (“National Academy of Sciences”: NAS) –creada por el Presidente Abraham LINCOLN en 1863- acaba de publicar dos interesantes informes elaborados por el “Committee on Geoengineering” de la NAS, bajo el título común de “Climate intervention”, uno subtitulado: “Reflecting Sunlight to Cool Earthy el otro: “Carbon Dioxide Removal and Reliable Sequestration”.

Ambos trabajos abordan la interesante -aunque controvertida- cuestión de la “geoingeniería” o “ingenería climática”, es decir, la formulación de técnicas desarrolladas para influir en el clima terrestre para, de esta manera, combatir el cambio climático. Se trata, en definitiva, de una manipulación intencional y deliberada del hombre en el clima planetario a gran escala que, según sus promotores, podría contrarrestar los negativos efectos del calentamiento global.

Los dos referidos informes abordan respectivamente los dos grupos de técnicas más relevantes de la “geoingeniería”. El primero, relativo a la “gestión de la radiación solar”, mediante la introducción de aerosoles en la estratosfera, la generación de nubes artificiales o incluso la instalación de reflectores gigantes,  trata de reducir la radiación solar que alcanza la superficie terrestre o, lo que es lo mismo, aumentar el “albedo” (o incremento de la capacidad de la reflexión global de la Tierra o de las nubes). El segundo informe analiza los sistemas de “reducción del dióxido de carbono” que puede conseguirse con la captura y secuestro directo de los gases de efecto invernadero en cavidades subterráneas, o a través de la “fertilización” de los océanos con nutrientes que aumenten su capacidad de absorber CO2 de la atmósfera, entre muchas otros procedimientos.

Durante mucho tiempo, en la opinión pública se han tratado de estas técnicas como de proyectos fantásticos o propios de la ciencia-ficción. Sin embargo, lo cierto es que, como mayor o menor éxito, algunas técnicas vinculadas con la  “geoingeniería” se han venido utilizado con diversos fines. Por ejemplo, con fines militares por el ejército norteamericano en la Guerra del Vietnam –entre los años 1967 a 1972- para prolongar artificialmente la temporada de los monzones (Operación “Popeye” o “Watergate de Guerra climática”) y también, en España, en el Levante, para producir lluvia o alejar las tormentas de granizo. La peligrosidad de estas técnicas (entre otras) llevó a la aprobación por la Asamblea General de Naciones Unidas del Convenio sobre prohibición de utilizar técnicas de modificación ambiental con fines militares u otros fines hostiles,  de 1976, firmado el 18 de mayo en Ginebra, Por otra parte, la fase atmosférica del ciclo hidrológico en España –que puede ser afectada por la proyección de aerosoles en la atmósfera- solo puede modificado artificialmente con autorización de la Administración del Estado (cfr. Artículo 3º del Texto Refundido de la Ley de Aguas de 2001).

No obstante, debe señalarse que no todo esto es descabellado y que una de las técnicas reductivas, el “almacenamiento geológico del dióxido de carbono” no solo está reconocido como muy valioso para luchar contra el cambio climático sino que, además, está regulado en la Unión Europea mediante la Directiva 2009/31/CE, de 23 de abril. Además, ésta ha sido ya transpuesta a muchos de los  países miembros. En España lo ha sido a través de la Ley 40/2010, de 29 de diciembre, aunque según el ultimo trabajo de mi buen amigo el Profesor ALENZA GARCÍA, se nos advierte que su aplicación efectiva está todavía lejos de hacerse realidad.

En los últimos años, en el marco de la lucha contra el cambio climático, el estudio de la utilización de las técnicas de “geoingeniería” se está potenciando muy considerablemente y de hecho se habla de un “Plan B” para su aplicación por si la reducción de los gases de efecto invernadero no es suficiente para evitar una gran subida de la temperatura media del Planeta (y ello lleva consigo graves consecuencias). Instituciones tan importantes como la “National Aeronautics and Space Administration (NASA) o el “Geoengineering Programme” de la Universidad de Oxford están trabajando seriamente en estos temas. Incluso el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) está barajando desde 2011 la possible utilización de las técnicas de “geoingeniería”, aunque en su 5º Informe (AR5, 2013) no las ha respaldado totalmente. Y el año pasado despertó gran interés la “Climate Engineering Conference” celebrada en Berlín, los días 18 a 21 de agosto de 2014.

Como se pueden imaginar los lectores, la “geoingeniería” ha despertado muchas suspicacias en la opinion pública y de modo particular en el ecologismo. A nadie se le escapa que los riesgos de las muchas de las técnicas referidas es muy grande. Una intervención planetaria a gran escala, alterando la cantidad de energía solar que entre en el Planeta, puede cambiar la dinámica de los océanos, del ciclo hidrológico, la composición de los estratos geológicos y el uso de la Tierra en vastas regiones, sin olvidar los grandes impactos sociales y ambientales que actuaciones humanas de gran envergadura pueden generar. En la actualidad, el “Grupo de Acción sobre Erosion, Tecnología y Concentración” (ETC) y “Biofuelwatch” se encargan de mantener la web “geoingeneeringMonitor.org” con una información abundante y muy crítica, en contra de la “geoingeniería”.

Los informes de la NAS, a los que nos hemos referido al comienzo, coinciden en señalar que todavía no está madura la tecnología para su aplicación (salvo casos como los del almacenamiento geológico) pero que es importante y conveniente seguir investigando en este campo, ya que en el futuro podrían ser instrumentos de gran utilidad.

Por mi parte, soy de la opinión de que, si llega el momento (de una emergencia climática, por ejemplo) habrá que utilizar la “geoingeniería” con mucha, mucha cautela. En este sentido, me parecen muy oportunos los llamados “Principios de Oxford” –que tienen como precedente las conclusiones de la Conferencia Asilomar sobre tecnologías de intervención climática que tuvo lugar muy cerca de San Francisco, en la costera ciudad de Monterrey (California) en 2010- que deben guiar la gobernanza de la geoingeniería: que “debe ser regulada como un bien publico”; que “debe de haber participación pública en la correspondiente  toma de decisiones”; que “ha de divulgarse su investigación y facilitar el acceso libre a las publicaciones” en este tema; que “el asesoramiento de los potenciales impactos deben ser independiente”; y que debe regularse –a escala internacional, añado yo- antes de su aplicación.

Ante los impresionantes avances de la técnica, es muy tentador jugar a ser “como dioses” y dejarse llevar por la megalomania, pero intuyo (es solo una intuición) que la efectiva política climática de futuro estará actuaciones menos espectaculares, a pequeña escala y más pegadas al terreno. Una vez más, para mí, “Small is beautifull”.