La Voz de Galicia
Sobre lo ambientalmente correcto, lo sostenible e insostenible y otras inquietudes acerca del estado del planeta Tierra
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El pasado jueves 23 de noviembre asistí a la Jornada científica organizada por el Consello da Cultura Galega (sección de Ciencia, Naturaleza y Sociedad) bajo el título: “El Antropoceno y la “Gran Aceleración”. Una visión desde Galicia”. Con tal motivo, tuve la oportunidad de escuchar la conferencia inaugural de este evento, pronunciada por Alejandro CEARRETA, Profesor de Micropalenteología de la Universidad del País Vasco y único representante español en el “Anthropocene Working Group” (AGW), con el título “El Antropceno: tiempo geológico o declaración política”. Este grupo de investigación es el que propuso en el 35º Congreso Internacional de Geología (celebrado en agosto de 2016) el que el “Antropoceno” fuese considerado como una nueva época geológica diferenciada de actual “Holoceno” que comenzó hace 11.700 años. El nombre del “Antropoceno” había sido popularizado en 2000 por Paul CRUTZEN, Premio Nobel de Química, para significar que nos encontramos en una nueva etapa caracterizada por el impacto de las actividades humanas sobre los procesos ecológicos del Planeta.

En realidad, hace ya mucho tiempo que se venía de la capacidad del ser humano para incidir profundamente sobre la geografía física de la Tierra. Así, por ejemplo, en la pionera obra “Man and Nature” (1864) del diplomático norteamericano George Perkins MARSH, denunciando los degradantes efectos antrópicos sobre el medio ambiente. Y, lo mismo, en la obra sobre “La era Neozónica” (1881) del sacerdote y geólogo italiano, Antonio STOPPANI. Mucho más reciente, en la primera decena del presente siglo XXI, las muy prestigiosa “Sociedad Geológica de Londres” y la “Comisión Internacional de Estratigrafía” han admitido e, incluso, definido esta nueva etapa geológica. Esta posición sobre la nueva época geológica promovida por los seres humanos no ha estado exenta de voces críticas para quienes esta novedad es más una declaración política que una propuesta científica.

Es cierto que varios de los libros que se han publicado sobre el antropoceno constituyen una aguda crítica desde planteamientos de la izquierda al vigente capitalismo global. Es el caso de la obra de Ian ANGUS: “Facing the Antropocene” (2016) y en España, la de Ramón FERNÁNDEZ DURÁN: “El Antropoceno. La expansión del capitalismo global choca con la biosfera” (Virus editorial, 2011). Para éste último autor, además de que el capitalismo global y sus sistema urbano-agro-industrial está chocando con todo un conjunto de límites sociopolíticos, “conducirá a un profundo colapso en el siglo XXI que tendrá repercusiones civilizatorias”.

A mi, personalmente, acostumbrado a escuchar las explicaciones de los geólogos en las magníficas sesiones de los “geolodías” que se organizan anualmente en mi Comunidad Autónoma y para quienes el tiempo se cuenta por millones de años, me parecía discutible que se pueda hablar de una época geológica que nace a mediados del siglo XX. En efecto, aunque se barajan varias hipótesis sobre el inicio de esta nueva etapa geológica (el Neolítico, la primera revolución industrial, etc.) la que parece más fundamentada –según nos explicó el Profesor CEARRETA– es la que sitúa este nuevo periodo geológico con la “Gran Aceleración”, así denominado por Will STEFFEN en 2004, líder del equipo internacional de investigadores del “Programa Internacional Geosfera-Biosfera” (IGBP) y el Centro de Resiliencia de Estocolmo. De los argumentos a favor de la existencia de la “Antroposfera” me han impresionado especialmente los 24 indicadores globales (población, CO2, uso del agua, etc.) estudiados por el IGBP, cuyos datos de crecimiento se aceleran a partir de 1950.

Entre los elementos que destacan en la narrativa del “Antropoceno” se encuentran el avance tecnológico, las migraciones humanas, la urbanización, la deforestación y la agricultura, la industrialización y el crecimiento de la población. Pero que para que estos elementos puedan conformar seriamente una pretendida nueva etapa geológica, sus respectivos procesos tienen que darse sincrónica y globalmente en todo el Planeta, lo cual, en efecto, parece acontecer desde mediados del siglo XX.

Para quienes opinan que todavía es pronto para hablar de una nueva etapa geológica en el “holoceno” o “periodo posglacial” dentro del periodo “Cuaternario” y que, por lo tanto, los sesenta y siete años transcurridos desde 1950 a nuestro días, no permiten hablar de una nueva época. A estos habría que recordarles que el periodo cretácico (en la era “mesozoica”) que comenzó hace 145 millones de años terminó abruptamente hace 66 millones de años con la extinción masiva de los seres vivos (los dinosaurios, entre ellos) por la caída de un gran meteorito. Por consiguiente, lo mismo que este fenómeno que se produjo en un momento dato e originó el cambio de época geológico, igualmente, la “Gran Aceleración” pueden considerarse un fenómeno de enorme impacto que se produce en un breve espacio de tiempo.

Por último, otras pruebas para afirmar que estamos en la nueva etapa del “Antropoceno” son, como expuso el Prof. CEARRETA, los restos indelebles del impacto antrópico sobre La Tierra: la presencia de isótopos radiactivos (en particular el estroncio 90), la alarmante pérdida de biodiversidad (la “Sexta extinción”) y los “tecno-fósiles” como, por ejemplo, los procedentes del aluminio, del cemento y, ante todo, ¡los plásticos! que lo invaden todo. Al final, como señalaba en su exposición el mismo Profesor, el “Antropoceno” no sólo constituye una nueva etapa geológica inducida por los seres humanos –por primera vez en la historia del Planeta-, son que también puede considerarse una “declaración política”. Una declaración sobre la urgencia de detener e, incluso, revertir (“decrecimiento sostenible”), la desaforada carrera en el despilfarro y el agotamiento de los recursos naturales. No hay duda de que si seguimos como hasta ahora (“business as usual”), llegará un momento en que finalice el “Antropoceno” por la propia extinción de la humanidad.

Quiero pensar que, gracias a la inteligencia humana y su profundo instinto de conservación, las futuras generaciones serán capaces de vivir en mayor armonía con la naturaleza; que, seguramente, se horrorizan al ver nuestro insolidario comportamiento actual, que aprenderán de nuestros errores… Y que si, se sobrepasan los “puntos de no retorno” de los límites del Planeta, serán capaces de emigrar a otros lugares del Universo circundante. En todo caso, hablando de etapas geológicas y haciendo algo de futurismo, podría hablarse de un “Antropoceno insostenible” -en el que, según parece, estamos actualmente insertos- y un “Antropoceno sostenible o responsable” hacia el que deberíamos dirigir todos nuestros esfuerzos, lo antes posible.